A propósito de Una vida de bar en bar, su más reciente novela, es que puedo charlar un poco con José Ángel, el también autor de las famosas Historias del Kronen —novela hecha película y dirigida por Montxo Armendáriz—. Nuestra charla discurre sobre varios temas, como el fútbol, en especial el Madrid, desde Hugo Sánchez hasta la llamada era galáctica. Poco después, retomamos nuestro punto de fuga.
¿Cómo definirías al protagonista Domingo Espinar?
Yo siempre digo que es un pícaro. Lo digo en el mejor sentido, en la tradición del Lazarillo de Tormes. Es alguien a quien lo han soltado a la vida sin paracaídas y se tiene que apañar, igual que en la novela picaresca. Va cambiando mucho de ambientes sociales, siempre con un trasfondo muy realista, extremadamente realista, y siempre con cierta sensación de desubicación. Este tipo de personajes nunca acaban de entender del todo qué pasa a su alrededor. No es que sean víctimas de la situación, pero tienen que resolver problemas de todo tipo que les surgen. Creo que lo mejor de la tradición literaria española es la novela picaresca; el Lazarillo tendría que ser el libro nacional, más que el Quijote. El Quijote es maravilloso, es infinito, muy poca gente lo lee de principio a fin, y el Lazarillo es mucho más sencillo y a nivel de carácter nacional es también más cercano. Es más afín el pragmatismo del Lazarillo que el idealismo del Quijote, es más representativo. Con Espinar reivindico esa tradición y me gusta pensar que Una vida de bar en bar sigue esa línea.
Gracias a Historias del Kronen, Carlos se vuelve uno de los personajes emblemáticos del bar español y, en particular, del bar madrileño. ¿Cómo se relaciona Domingo con él, y con otros referentes como el Manuel y el Leandro de Pío Baroja?
Claro, tiene filiaciones. En el caso de Carlos, la suya ya era una novela de bar, el Kronen era un bar. La vida de Domingo está muy vinculada a este espacio, es un hombre de bar, un barfly. Entonces hay ese vínculo, que también es sociológico; los españoles, y de Madrid en concreto, somos muy gente de bar. Quedamos en los bares, es donde hacemos la sociabilidad. El bar es una institución. Yo siempre digo que es más importante lo que se habla en el bar que en el congreso, es una especie de ágora. Mi narrativa hace uso de esos bares. En el caso del Kronen, la cervecería donde quedaban los amigos, para poner el título, la referencia que tenía en mente era Conversación en La Catedral. Yo creo que es una Catedral contemporánea. Y bueno, pues en el caso de Domingo es alguien que tiene una filosofía de bar, que no entiende la vida sin éste. Literalmente es alguien a quien su mujer lo encerraba en casa y él se escapaba por la ventana para irse al bar. Al contar su historia, el formato que escogí fue el de una serie de entrevistas o charlas en diez bares diferentes donde el personaje va contando su vida. En Una vida de bar en bar el personaje va evolucionando de manera que a cada periodo de su vida se le puede adjudicar un bar que tiene importancia. Eso nos pasa a nosotros. Te podría contar mi biografía enunciando los bares a los que más o menos he estado yendo. La cervecería era como un sitio de quedar antes de salir a bares de noche, de música, que son otra cosa. Entonces el bar, claramente, es un espacio importantísimo de la vida social española. Mencionas luego La busca de Baroja. Baroja es de mis autores fetiche también. Me identifico mucho con él por la sencillez con la que escribe, con la mala leche también (risas), y la facilidad con la que va cambiando de ambientes. Específicamente en La busca describe mucho Madrid. Allí hay un punto de contacto importante. Por el contrario, tengo tendencia a creer que Baroja es un gran estilista, a mi entender tiene una visión del mundo propia, original, que es lo más importante que tiene, igual que Stendhal. Forma parte de esos escritores con una manera única de ver la realidad, pero no tiene grandísimos personajes; el narrador suele ser un alter ego suyo, pero en sí los personajes no me acaban de interesar; me enganchan el pensamiento la sensibilidad, y en cambio yo me considero más creador de personajes.
¿Te gustaría que Una vida de bar en bar tuviera una adaptación cinematográfica?
Me encantaría. Me gustaría que todas mis novelas tuvieran una adaptación. En este caso, pues hoy mismo he estado comiendo con un productor y vamos a proponerla en formato miniserie. Y se estaría orientando al asunto del maltrato y la ley contra la violencia de género. En eso estamos, pero una cosa es el proyecto y luego tiene que comprarlo la plataforma. Antes el productor hacía las películas, pero hoy el productor desarrolla proyectos, y quien pone la pasta, y realmente consigue que se hagan las películas y las series, son las plataformas, llámense Netflix, Movistar, Antena 3… Al final son las que tienen el dinero y la capacidad para decidir que un proyecto se haga, pero lo vamos a intentar y pensamos que este carácter antropológico del texto, esta ambientación radicalmente realista lo tendría que hacer atractivo, pero nunca se sabe. Estamos trabajando en ello.
Resalta la utilización de la mimesis, del diálogo entre los personajes en esta novela, como ocurría en la novela realista clásica del siglo XIX que, si bien presentaba largas y minuciosas diégesis para trazar el escenario del relato, otorgaba al espacio del diálogo los núcleos narrativos y los giros definitorios para la trama. ¿Hay una voluntad de filiación con este método narrativo en Una vida de bar en bar, u obedece a otras necesidades e intenciones?
A mí siempre me ha gustado mucho la novela decimonónica, entonces el planteamiento es parecido, pero en este caso sencillamente todo es diálogo, nos faltarían los elementos de descripción del escenario. He depurado eso, y en este caso concreto me he quedado sólo con el diálogo, lo cual la hace más moderna. Dicho esto, también creo que la novela es decimonónica por esencia. Todos los que somos lectores de novela hemos pasado por Dostoievski, Tolstoi, Balzac, Stendhal, Galdós. Eso es la base de la novela, el que es novelista lo reconoce y eso de alguna manera te marca. Esa filiación yo la tengo. Siempre he cojeado en las partes descriptivas, y por eso realmente hago cada vez más novelas que realzan al máximo el diálogo. Por otro lado, las novelas históricas que he hecho eran muy clásicas, muy descriptivas. En lo histórico es un poco más sencillo, porque te lo pide el género, tienes que ubicar. Mi tendencia es hacia el diálogo lo más desnudo posible. A mí el minimalismo de Hemingway siempre me ha atraído: mostrar lo mínimo y que el lector imagine lo máximo. Estoy cerca de esa estética casi siempre, y en Una vida de bar en bar especialmente
En Historias del Kronen, Carlos cuestiona las reglas de la sociedad y las refuta, según yo, un poco a la manera de Rodion Romanovich Raskolnikov, ¿Domingo también lo hace?
Hay un punto. Desde luego Carlos era un nihilista. Dostoievski tenía un problema con estos nihilistas porque él lo fue en su juventud, pero claro, con la edad se fue convirtiendo en un señor conservador. Cuando escribe Los demonios ya echa pestes contra sus antiguos compañeros de viaje. Memorias del subsuelo también es una especie de denuncia contra ese ambiente del que él se ha alejado, pero por dentro siempre tiene ese componente. Raskolnikov tiene parte de ese trasfondo nihilista de negar todo, negar todos los valores, la familia, la religión. En ese sentido hay una filiación nihilista entre los personajes y Domingo tiene una configuración parecida, aunque más tranquila; al mismo tiempo es alguien que va cambiando de ambientes. Pasa por los ambientes estudiantiles de los años 70 y 80, se hace trotskista, se mete en las juventudes socialistas para reventar reuniones, y luego tampoco se lo cree, pues al final monta una empresa, acaba ganando dinero y se convierte en un yuppie. Va cambiando de chaqueta, y en el fondo demuestra que nunca tuvo unas convicciones claras. Es un individualista, aunque no llega a ser un nihilista porque no entra en esas luchas; acepta bastante bien la religión, por ejemplo, cosa que Carlos no haría, y al mismo tiempo tiene una manera muy lúdica de pasearse por la vida. Tiene cierto cinismo y no acaba de creerse todas esas estructuras ideológicas que lo rodean. Él se mueve con mucha soltura y elegancia; sufre menos que Carlos. Son dos actitudes: uno cree realmente que puede afirmarse contra todo y negarlo todo, y Domingo no es que niegue, no hace caso sencillamente y va pasando de un espacio a otro con una sonrisa cínica.
Ahora que lo dices de esa forma, me hizo recordar un poco a Lucien de Rubempré en Ilusiones perdidas, quien pasa de ser poeta a periodista, y allí es a ratos liberal y a veces monárquico, ataca en sus artículos a quien le pidan y hace lo que le digan. Es muy adaptable.
Un gran título, sólo eso vale toda la novela. Efectivamente, tiene similitud con ese personaje, también con Bel-Ami de Maupassant, otro periodista que va pasando por ambientes. Hay un tipo de personaje decimonónico muy picaresco en esta línea con el que hay una filiación
¿Qué piensas del panorama de la literatura en lengua española? ¿Cómo se inserta Una vida?
Lo que sucede es que cada vez escribo más y leo menos. Mis referencias y mi cultura están hechas. No leo lo que se supone que hay que leer en su momento. Autores españoles que me interesan, que sigo con fruición, puedo mencionar a Montero Glez y a Jordi Ledesma. Luego Patria de Aramburu, con quien siento una filiación importante. Una vida de bar en bar tiene puntos de contacto con Patria por su historia muy vivida y cercana a la sociedad y con unos problemas candentes. Cuando era joven me crie con la literatura del Boom: Vargas Llosa, García Márquez, Cortázar y Carlos Fuentes, al que ya leí menos. Me gustó también Hasta no verte Jesús mío de Elena Poniatowska. En el fondo ahora estoy en mi creación. El día que deje de escribir, si algún día lo hago, o cuando tenga más tiempo (risas), volveré a caer en el vicio de la lectura. Si te soy sincero, soy de un clasicismo absoluto cada vez más. Creo que en los clásicos es de donde se aprende y ésas son las mejores fuentes. Hay que ir allí.
Me salgo un poco del tema de Una vida, pero no podía dejar pasar la oportunidad para preguntar por las razones que te llevaron a realizar los apasionantes diálogos con la Pardo Bazán.
Fue un encargo de entrevistas con escritores muertos. Disfruto mucho porque me invento la situación pero siempre me documento de tal manera que las opiniones que exponen todos ellos son las suyas, yo no me invento nada. Entonces, pues me gustaba confrontarme con doña Emilia y sacarle jugo, rejuvenecerla, quitarle un poco del polvo que puede tener y hacerla accesible a la gente actual. Y bueno, quería hacer un diálogo fresco. Se trata de un trabajo casi divulgativo para dar a conocer su figura. Y realzarla más, es un pedazo de mujer, de esta gente con la que uno se quita el sombrero. Me pareció un proyecto bonito, y en estos días sale el libro con Bala Perdida, una editorial pequeña pero que cuida sus productos. Estaba prevista una presentación con Germán Gullón, pero al final no pudo ser por asunto de coronavirus, ahora será en septiembre.
Tu novela está anclada en una geografía narrada muy específica, como lo estaban las obras de Balzac o de Galdós. En tu opinión, ¿qué elementos podrían ser los más atractivos para los lectores de México?
A mí me gusta viajar con la literatura. Y creo que a la gente le gustará venir a Madrid. La literatura con raíces es lo más importante y lo más bonito; descubrir universos, entrar en sociedades, cabezas y geografías diferentes. Yo eso es lo que más he disfrutado en la literatura. He viajado muchísimo. Stevenson te hacía soñar con La isla del tesoro. Para mí esa literatura con raíces es lo que más me gusta. Por ejemplo un Tom Sawyer. Me pasa igual en la música, voy a preferir un Bob Dylan, un Bruce Springsteen, un Joaquín Sabina, un Silvio Rodríguez, una Chavela Vargas. Para mí eso le da sabor al arte, igual que pasa con la comida. Esto es un poco igual, el sabor autóctono, como esa novela que te dije, Hasta no verte Jésus mío, con todos sus mexicanismos. Eso tiene mucho encanto, mucho aroma, y creo que se tiene que trabajar a partir de allí. Entonces, a cualquier persona que le guste viajar se encontrará a gusto en Una vida de bar en bar.
Por Diego Estévez
Fotografía de Ricardo Roncero