He comprendido la interdependencia de los objetos y la necesidad de colocarlos en determinada forma para evitar catástrofes o de cambiar súbitamente su colocación para provocar hechos necesarios al bienestar común.
Carta de Remedios Varo al señor Gardner
El Museo de Arte Moderno (MAM) abre sus puertas a una muestra curada por un equipo dirigido por Marisol Argüelles, la cual presenta 50 bocetos y dibujos preparatorios de la artista, así como tres óleos, cinco gouaches, un acrílico, una impresión offset, cinco mixtas sobre papel y tres obras de otros autores. Se muestran también 55 piezas prehispánicas, 75 fotografías, siete documentos, 79 libros y 220 objetos personales de Varo, la cual se presenta al público como “Adictos a Remedios Varo. Nuevo Legado 2018”.
“El homo reptans nunca ha existido, pero sí existió el homo rodans”, cuya detallada descripción podemos encontrar en el Multimirto y no solo su descripción, sino también un dibujo tan preciso, que me limito a reproducirlo.
Escribir sobre Remedios Varo me es bastante difícil, antes que nada reconozco que nunca podré ser objetivo, ¿cómo expresar todo el cúmulo de sensaciones en todo ámbito que provoca la vida y obra de esta musa y artista? Se trata de una filosofía de vida para ella; devoción y admiración para los fieles seguidores de su legado. En resumen, una tarea imposible y, cuando creí, si no haber visto todo, por lo menos la mayoría de su trabajo, en la medida de lo posible, se da el anuncio de esta nueva exposición inédita, por lo que las preguntas que inmediatamente rondaron mi mente fueron: ¿será posible que me haga sentir nuevas emociones?, ¿habrá algo que esta mujer haya hecho que redefina mi concepto de sorpresa y admiración?
Así como instantáneos fueron estos cuestionamientos, poco a poco fueron llegando las respuestas, las cuales obtuve al recorrer esta exposición compuesta por siete núcleos temáticos: “Poner pies en polvorosa”, “Adictos a Remedios”, “Cámara de las maravillas”, “Bestiario”, “Ahí viene el exhibicionista”, “La invención del mundo” y “Remedios, la leona de Madrid”.
Establecer fechas de referencia para lo que presenta esta muestra sería demasiado aventurado, ya que lo que tenemos fortuna de poder observar en la sala es el acercamiento a la Remedios humana, una mujer que vivió entre el tránsito, la nostalgia y el reencuentro de amigos y conocidos.
La correspondencia que la artista sostuvo con sus allegados más íntimos, evocando situaciones, estados y acentos nostálgicos, sin el filtro de la trascendencia se aprecia en estas cartas absolutamente privadas. El precio a pagar por una mirada a la verdadera Remedios es el ser partícipe de unas letras escritas en el secreto de la intimidad, allí donde se encontraba rodeada de sus objetos personales, testigos mudos de su quehacer cotidiano.
En su obra, hay una importancia manifiesta de los animales; allí se refleja el respeto hacia su naturaleza como seres fantásticos, libres de los defectos de la esencia humana, habitantes de una atmosfera silenciosa y onírica que la consagran como la artista surrealista de la pintura metafísica por excelencia.
Al final del recorrido me sentí transportado a la habitación donde una joven Remedios escribía una carta a cierta amiga a quien confiesa una “escasa afición, por no decir horror, hacia todo lo que sean disturbios y violencia”, la cual hizo a la autora “poner pies en polvorosa”. De algún modo, es el inicio de una odisea después de la cual una artista ejercería una mágica influencia en todas las personas que fueron parte de su vida. Las palabras de César Moro a Remedios Varo, el 11 de junio de 1953, a mi criterio no podrían ser más atinadas pues transmiten perfectamente su legado inmortal:
Está usted tan ligada a toda una época de mi vida y fue usted tan buena, tan amiga y la quiero y la estimo tanto que, aunque hubieran pasado más años, yo hubiera permanecido enteramente fiel y adicto a Remedios.
Por Salvador Gutiérrez
Fotos de Abril Sosa
