Atomic Blonde retoma con elegancia dos elementos: la figura de la femme fatale y la música de los años 80. Charlize Theron, a quien me es imposible dejar de pensar ligada a la icónica campaña del J’adore de Christian Dior, se enfunda en un espectacular traje que asumo pueda ser de la firma fundada por dicho couturier —como buena parte del vestuario que la agente utiliza— para presentarse ante sus superiores y trazar el relato de ciertos sucesos apenas ocurridos (en el marco de la llamada Guerra Fría), los cuales van develando, poco a poco, los misterios del film.
Si James Bond marca el paradigma del agente secreto: de vestir impecable, nervios de acero, con un martini pegado a la mano, etc., Lorraine Broughton ofrece una no menos interesante contraparte femenina, con un estilo que rezuma glamour, su marcada afición por el Stoli on ice, coreografías muy conseguidas que la hacen ver como un arma homicida y la típica frialdad necesaria para convertir su atractivo en carta de triunfo, en caso de ser necesario. Se trata de una gran utilización del tópico de la femme fatale “moderna” como protagonista, que podría pensarse, porta cierto aire a la Beatrix Kiddo de Kill Bill, aunque se estila bastante en otros medios como el anime (Claire de Claymore), el videojuego (Rayne de BloodRayne o Aya Brea de Parasite Eve) o en la novela gráfica de donde, por cierto, la película obtiene su texto fuente.
En cuanto al resto del elenco, el film intenta dar cabida a las principales potencias internacionales y presenta espías que las encarnan, así surge un intrincado ajedrez en el cual es preciso desconfiar de todo y de todos.
La mencionada distribución de personajes, como si de un Mundial de fútbol se tratase, compagina con la sugerente banda sonora, cuyo espectro, a pesar de cierta preponderancia británica —difícil evitarla al hablar de rock— intenta ser también multifacético y logra brillantes secuencias donde se incluye a músicos como Queen, David Bowie, New Order o Peter Schilling, cuyo emblemático tema “Major Tom”, en cierta medida presenta a David Percival, el otro personaje clave de Atomic Blonde. A mi parecer, pudo haber estado algún tema de Scorpions, a fin de completar el fresco de la época y de matizar el mencionado énfasis inglés de esta tremenda banda sonora.
Como única reserva, creo que este complicado juego de espías presentaba, en algunos de sus finales posibles, más ingenio que en aquél que efectivamente clausura la cinta. Empero, en resumen, se trata de una película cuyo personaje principal otorga muy buenas razones para verla, aunque, si se piensa en la brillante conjunción de moda, música y acción, Atomic Blonde se vuelve todavía más atractiva.
Por Rafael Díaz