Somos parte del movimiento de protesta, nos manifestamos con el cine, que es lo mejor que sabemos hacer, porque el cine es un arma de conciencia.
Xavier Robles
México fue el primer país del continente americano en proyectar una película. Mientras que en Estados Unidos Thomas Alva Edison bloqueó el acceso del cinematógrafo, el general Porfirio Díaz recibía en audiencia privada, en uno de los salones del castillo de Chapultepec, a Claude Ferdinand Von Bernard y a Gabriel Veyre, los proyeccionistas enviados por Louis y Auguste Lumière a México el 6 de agosto de 1896.
El cinematógrafo se presentó a prensa una semana más tarde y, un día después, el 15 de agosto, se llevó a cabo la primera función de cine abierta al público en nuestro país, con la película Llegada de un tren. La cinta se proyectó en el sótano de la droguería Plateros, muy cerca de donde, unos años después, se ubicaría la primera sala de cine en México: El Salón Rojo.
El Senado de la República aprobó conmemorar a partir de este año, y cada 15 de agosto, el Día Nacional del Cine Mexicano. Con esta iniciativa se busca reconocer las aportaciones de la cinematografía nacional, así como destacar esta expresión como un elemento de identidad nacional y que representa la libertad de expresión.
El cine en México ha tenido maravillosos momentos, con nostalgia recordamos su bella, y lejana ya, época de oro. Dentro de la filmografía mexicana hay cientos de personajes por mencionar, mas no mencionaré a ninguno para no pecar de exclusión, sólo diré que hemos tenido extraordinarios cineastas, galanes a caballo, divas hermosas y magníficos comediantes. Pasamos por los “western” mexicanos, el cine de luchadores y hasta el cine de ficheras. En los últimos años viene ganando terreno el cine de animación y, sobre todo, el cine documental.
Durante 2016 se produjeron en México 162 películas, un récord histórico en la historia de nuestro cine, registrando más de 30 millones de espectadores. Pero, y aquí viene un gran pero, las opiniones en cuanto a la calidad de las cintas nos llevaron a pensar en si fue acertada o no la cantidad de fondos destinada a la producción de cine en el país. Presupuestos millonarios que, en efecto, abarrotaron las salas de cine, pero que también saturaron los anales cinematográficos nacionales de cine chatarra. Es por eso que para celebrar este día, y como buena “chaira” que soy, mi homenaje al cine mexicano está dedicado al cine documental.
Los documentalistas mexicanos están en su mejor momento, casi podría decir que están “envalentonados”, pues en una realidad como la que vivimos actualmente, hacer cine documental no deja de ser peligroso. No sólo es el tema, que para bien o para mal tiene muchas vertientes. Si tomamos los documentales como un instrumento de protesta, o como una llamada de atención a determinada problemática, entonces las opciones se multiplican, porque el cine de conciencia nos obliga a tocar temas como: migración, violencia contra la mujer, discriminación, conflictos estudiantiles e indígenas, desapariciones forzadas y narcotráfico. Asimismo los documentales abarcan el rescate de personajes históricos o de tradiciones, hasta los temas ecológicos.
Así que aquí tienen a algunos de los mejores documentalistas de México, representantes de un tipo de cine que por desgracia no rompe records de taquillas, pero que cuenta con la entrega, el desinterés económico y la destreza fílmica de estos cineastas.
Leobardo López Arretche
Leobardo López Arretche dejó su marca con El grito (1968), uno de los pocos testimonios cinematográficos del movimiento estudiantil del 68 que sobrevivió la censura. Tras dos meses como preso estudiantil, López Arretche fue encargado de dirigir y dar orden al material reunido, un total de ocho horas de grabación.
Nicolás Echevarría
Este nayarita ha destacado por su particular interés en la religiosidad indígena, por ejemplo en María Sabina (1979), una curandera legendaria de la sierra de Oaxaca, quien solía utilizar hongos alucinógenos en sus ritos de sanación. Su conexión con la cosmogonía huichol y cora de la Sierra Madre Occidental lo ha llevado a abordar este tema en repetidas ocasiones: Hikure-Tame. La peregrinación del peyote entre los huicholes (1975), Judea: Semana Santa entre los coras (1974). De él también recordamos su último trabajo Eco de la montaña (2014).
Arturo González Villaseñor
El tema de la migración en México tiene muchos ángulos para explorar, y en los últimos años los documentales sobre este tema han hecho mucho eco en todo el mundo. González Villaseñor no ha logrado producir nada más desde Llévate mis amores (2014), en donde nos ofrece una visión íntima de Las patronas, un grupo de mujeres que desde 1995 preparan y entregan alimentos pagados por ellas mismas a aquellos migrantes que viajen sobre “la bestia”.
En la sección de migración también quiero mencionar a Juan Manuel Sepúlveda por La frontera infinita (2007) y Al otro lado (2005) de Natalia Almada.
Roberto Hernández
Originario de Monterrey y abogado de formación, Roberto Hernández cimbró la escena documental mexicana con Presunto culpable (2008), la cual codirigió junto con Geoffrey Smith. El documental narra la historia de José Antonio Zuñiga y su lucha en contra del sistema penal y judicial mexicano por un asesinato que no cometió. Esta cinta fue retirada de las pantallas por una demanda impuesta en su contra, de la cual salió libre de culpa. Este evento no hizo más que aumentar el número de personas que asistieron a verlo. Previo a este documental y sin tener experiencia como cineasta realizó un cortometraje documental titulado El túnel (2006), el cual reflexiona sobre el sistema judicial.
José Cohen y Lorenzo Hagerman
H2OMX (2013) es un documental que resulta un llamado urgente a la acción y al compromiso por parte de los ciudadanos y los gobiernos. Alerta que para el año 2025 podría agotarse el suministro de los mantos acuíferos en la Ciudad de México. José Cohen se anima en la dirección después de producir varios documentales. Junto a Lorenzo Hagerman logra un documental imprescindible sobre el rescate ecológico del país.
Everardo González
Sin duda uno de los mejores documentalistas mexicanos, su producción no sólo es fructífera sino que es de una excelente calidad, de él destacan: Cuates de Australia (2011), El Paso (2016); una historia sobre las familias de aquellos que alguna vez fueron nuestros ojos y nuestra voz, pero que fueron amenazados y tuvieron que salir de México y se vieron obligados a vivir en el exilio, así como su última producción: La libertad del diablo (2017), documental psicológico en el que nos acercaremos a algunas de las maneras en las que el fenómeno de la violencia mexicana se ha insertado en nuestro inconsciente.
Alejandra Islas
Las mujeres también han dado mucho de qué hablar en el terreno documental y Alejandra Islas es una excelente representante de ello. Entre sus trabajos tenemos: Polvo en el viento (1975-1979), una visión general de los primeros años del gobierno de José López Portillo. Los demonios del edén (2007), donde aborda la historia de Lydia Cacho al enfrentarse a poderosos empresarios y políticos que protegen a una red de pornografía infantil. El albergue (2012), donde habla sobre la labor del padre Alejandro Solalinde con los migrantes. Una temática muy variada y no menos interesante.
Lucía Gajá
Otra de mis féminas favoritas en cuanto a documental se refiere. Ella nos ha entregado interesantes trabajos como: Mi vida adentro (2007) y la maravillosa Batallas íntimas (2016), en donde aborda el tema de la violencia contra la mujer en varias ciudades del mundo.
Como es imposible hacer un reconocimiento a todos, me veo obligada a mencionar el trabajo de los últimos años de María José Cuevas, con sus Bellas de noche (2016). Dalia Reyes hace lo suyo con Baño de vida (2016) en un recorrido por los baños públicos de la Ciudad de México. Alberto Cortés abre un camino a través de diferentes comunidades indígenas para el rescate de tierras dedicadas al cultivo de maíz en El maíz en tiempos de guerra (2017). Bajo la misma temática Teresa Camou fija su lente en la comunidad rarámuri para protestar en contra del maíz transgénico en Sunú (2015).
Un reconocimiento especial para quienes se han dedicado a pedir justicia por medio de sus investigaciones e imágenes, como es el caso de Carolina Platt con La hora de la siesta, documental que cuenta el vía crucis de los padres de los niños de la guardería ABC después de la tragedia. Así como a Xavier Robles y a los periodistas Colectivo Ojos de Perro vs la Impunidad, encabezados por Témoris Grecko, por abordar tan cuidadosamente el caso de los estudiantes de Ayotzinapa con sus respectivos: Ayotzinapa: crónica de un crimen de estado y Mirar morir. No quiero cerrar la nota sin felicitar al tapatío Pablo Márquez Cervantes por el maravilloso trabajo que sacó de las entrañas de mi querida Guadalajara: Entre lo sagrado y lo profano. A todos ellos, ¡enhorabuena!