François Gautier (Dany Boon) es un músico cuya única consigna en la vida es proteger su dinero. ¡Que tacaño! es una comedia francesa de humor ligero, la cual cuenta con una trama de pocos giros pero que consigue su objetivo con bastante suficiencia.
En un principio nos encontramos con un Gautier apurado y de aspecto angustioso. Un vistazo a la manera en la que lleva a cabo sus tareas del día a día. Pasan pocos minutos antes de que el espectador detecte el motivo de toda aquella tensión: un increíble y meticuloso esfuerzo por no desembolsar un solo euro.
Las ocurrencias de François rápidamente dibujan las primeras risas en una audiencia que seguramente reprobaría a un sujeto así de conocerlo en persona.
Los elementos para la comedia están completos cuando añadimos a la fórmula dos de los principales ámbitos de la preocupación humana: el amor y la familia.
Laurence Arné interpreta a Valérie, quien forma parte de la misma orquesta que François. La joven cellista parece atraída por el talento del tacaño concertino, personaje al que aún no conoce del todo debido a su reciente ingreso en la agrupación.
Gautier es cautivado por la belleza de su compañera, motivo por el cual inicia una larga reflexión. La cavilación termina —después de consultar a su banquero y de realizar una serie de preparativos— con la determinación de invitarla a cenar. Así, con una estrategia bien armada, inicia una velada donde el objetivo es salir lo mejor librado en cuanto a los gastos inherentes al cortejo. El chiste se cuenta solo.
Las complicaciones para el avaro estilo de vida de Gautier continúan cuando Laura (Noémie Schmidt) aparece frente a él. La joven que revela ser su hija es clara con sus pretensiones de permanecer a su lado. Consternado, François se comunica con la madre, a quien consigue recordar por su fugaz romance, uno que terminó por razones que pueden obviarse a estas alturas. Tras enterarse de que aquella mujer saldrá de viaje, no tiene más remedio que lidiar con la presencia de Laura, quien ofrece pagar una renta por su estancia —que él por supuesto acepta, aunque de mala gana—.
El resto del film trascurre entre risas y algunos pintorescos escenarios que enfatizan una disyuntiva para nuestro protagonista. François Gautier debe encontrar la forma de hacer coexistir de manera armónica su tacañería y sus relaciones personales, o, en su defecto, abandonar alguna de las dos.
¡Que tacaño! no ofrece innovación alguna pero cumple de manera impecable con su objetivo de divertir y quizá hasta enternecer a los espectadores más sensibles.