En el ámbito del cine son pocas las franquicias que han logrado construir un universo tan amplio y tan complejo, la mayoría se derrumban en la primera secuela o dan a luz monstruosas colecciones que difícilmente se sostienen como un conjunto. Desde la adición de los episodios de “precuela”, Star Wars ha mantenido su carácter unitario, aunque ya en estos trabajos se advierte que el paso del tiempo modifica el tono de los “agregados”.
Rogue One puede considerarse un expediente perdido en la historia de Star Wars, un spin-off que nos informa sobre lo ocurrido en el intervalo entre la primera batalla de Anakin Skywalker en contra de su mentor Kenobi y los acontecimientos de la primera película de 1977.
Rogue One se mantiene fiel a la estética de sus predecesoras en muchos puntos, los amantes de la saga encontrarán un nuevo pretexto para vincularse con ese escenario galáctico que ha seducido a varias generaciones.
Ese tono me parece muy evidente en las batallas, sobre todo en aquellas entre naves aéreas. Allí recuerda bastante a la fase final de El retorno del Jedi.
En lo que se distingue bastante de otros pasajes del universo Star Wars es en sus personajes. En Rogue One no hablamos de jedis, princesas u otro tipo de hombres virtuosos, sino de tipos comunes a quienes un ideal ha hecho sobrevivir y luchar, pero también cometer actos atroces.
La narrativa se abre con el escape de Jyn Erso (Felicity Jones), quien deberá cargar con el estigma de una familia perdida y un padre que para muchos es un instrumento de la terrible guerra que carcome la galaxia. Ella por su parte se muestra acaso indiferente a estas tensiones políticas, pero la mala fortuna y los sentimientos familiares terminan por inmiscuirla hasta el cuello. El destino de Jyn se une al de Cassian Andor (Diego Luna), representante de esos rebeldes que han sacrificado tanto por la causa que consideran justa, aunque sus métodos no difieran en nada de aquéllos utilizados por el imperio.
Allí radica una de las grandes virtudes del film, pues es una historia de guerra que nos muestra un escenario sin caricaturas maniqueas, intenta presentar al hombre común que hace lo que está a su alcance en pos de los ideales que considera correctos.
Las grandes batallas suelen tener héroes desconocidos y hazañas olvidadas, Rogue One intenta revelarlos ante nuestros ojos.
Tal vez no haya tiempo suficiente para conocer a fondo a los personajes, empero, ellos logran atraparnos con su forma de enfrentar este escenario. Cassian encarna de gran manera al rebelde que obtiene la redención mediante el camino de lo heroico, mientras Jyn sintetiza en forma interesante la tensión entre el deber familiar y el político. Alguien que también llama mucho la atención es Chirrut Îmwe, quien mantiene presente la filosofía jedi a lo largo de la película; es el hombre de fe que accede a lo milagroso por medio de esa cualidad mística conocida como la fuerza.
Rogue One es una aportación muy interesante a este universo que para muchos constituye el escalafón más alto de la ciencia ficción cinematográfica. Dicha cuestión pone todos los reflectores sobre el film, pero también genera expectativas sumamente difíciles de satisfacer. En otro registro, pero también en el ámbito de la ciencia ficción, puede pensarse en un hito como The Arrival constituyendo un factor de “presión” para Rogue One. No entraré en polémica, me limitaré a mencionar que esta historia de rebeldes, y personajes acompañados por la fuerza, es una película digna de apreciarse.
Por Rafael Díaz