Courtney Coulson, dirige, filma y edita su primer documental independiente, en donde narra la experiencia de intercambio entre dos escuelas circenses. Durante un mes los estudiantes de las dos escuelas tendrán que unirse para crear un circo móvil para los niños de Palestina. “Welcome to the Circus” (Bienvenidos al circo) fue el resultado de una curiosa búsqueda en Google. Coulson tecleó en el buscador las palabras “feliz” y “Palestina” pensando que era imposible encontrarlas juntas. El resultado de su búsqueda arrojó la imagen de una chica haciendo acrobacias en la escuela de circo.
La escuela de circo de Palestina (The Palestinian Circus School) fue fundada en el año 2006, se encuentra en Cisjordania en la zona de Ramala. ¿Por qué una escuela de circo en Palestina?, bueno, pues la razón de que la escuela exista es precisamente la devastación que la ocupación de Palestina ha dejado en la vida de los pobladores. La dignidad, la unidad, el respeto, la confianza, pero sobre todo la esperanza están bajo seria amenaza en los territorios ocupados.
Alumnos de la escuela francesa de artes circenses, LIDO, llegan a Palestina y se instalan en la escuela anfitriona para comenzar sus clases, en poco tiempo se darán cuenta de que ellos como extranjeros tienen la libertad de pasar a cualquier punto del territorio, sin embargo, para los locales cruzar un “checkpoint” puede significar no pasar de una región a otra. Lo cual siempre deja en el aire la duda de si el elenco completo podrá llegar al escenario de ese día. ¿Qué pasa si uno, o dos, o todos los alumnos locales no logran cruzar el muro? ¿Pueden continuar con el show sólo los estudiantes extranjeros?
Para los estudiantes palestinos el circo es una forma de resistencia pacífica, los territorios palestinos cambian, el color de las identificaciones que llevan consigo los limitan en su paso por las poblaciones. La mayoría de los palestinos menores de 20 años nunca han estado en Jerusalén, cuando Ramala está a unos cuantos kilómetros. Los puntos de control son estrechos pasillos enrejados, en algunos apenas cabe una persona a la vez. Las mujeres sufren las revisiones más pesadas. Un verdadero calvario.
Los jóvenes en los territorios ocupados no saben lo que es una vida normal, una vida con derechos. Todos los días deben de lidiar con los límites que se les han impuesto: políticos, geográficos, económicos, religiosos y de género. Actualmente la escuela tiene 320 alumnos, la mayoría niños. Muchas jovencitas abandonan la escuela al llegar su primer periodo, cuando una niña se convierte en mujer la única escuela a la que tiene que ir, es a donde le enseñen a cocinar y a atender a su marido.
Cada show es un desafío, los jóvenes superan las circunstancias que los condenan por medio del arte y la unidad. Llevando sonrisas a los campos de refugiados y a las personas con capacidades diferentes a través de un circo de carácter social. Estos chicos trabajan con la esperanza de cambiar los titulares que incluyan la palabra “Palestina”, intentan cambiar la represión por esperanza montados en una cuerda, haciendo malabares para pasar los puntos de control e improvisando su actuación cuando alguno de los chicos no puede llegar.
Como artistas, el arma más poderosa que tenemos, es nuestra habilidad para actuar, soñar e imaginar.
Por Patricia Bañuelos