Antimuseo del espíritu: De la angustia

Hierbas mezquinas trepan los nervios y una resequedad agresiva ha comenzado a condensar la sangre. Atenta siempre, henchida de sabiduría estancada, batalla por desatar un racimo de luces. Por todas partes algo merodea sin pronunciarse, desborda ríos, crea poblaciones de palomas ciegas. Quien padece angustia espera a que lo aplaste la marea; escucha la explosión enfurecida, el subir de la ola, pero alza la vista y nada. Sólo el cielo mudo y expectante.

La sensibilidad se agazapa sin haber percibido. El aire que apenas llenaba los pulmones, se ha vuelto tierra. El pulso es una hoja de metal cercenando el pecho.

Luego de mucho cavilar, sabemos que existen sensaciones que no tienen ningún origen: puentes rotos a mitad de fango, formas difusas reclamando un tiempo y un espacio.

La angustia crea una inflamación en el espíritu que nunca ha de estallar, rompe los músculos con su fuerza apagada y hace que los dedos, ávidos por destrozar, se muevan solos con el paso de su veneno duro.

 

Por Leopoldo Lezama

Written by La Mascarada

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