Antimuseo del espíritu: Del remordimiento

Dice Emil Cioran que sólo el mar y el humo del tabaco pueden darnos una imagen del remordimiento. Una sensación difusa, asfixiante, un cuerpo brumoso que a la percepción se le presenta indefinible.

Al pensamiento le es difícil hallar el verdadero motivo del remordimiento. Si el objeto de esta pesadumbre se halla en el pasado, resulta desconcertante saber que la memoria lo exhuma para dar vida a un estado miserable. Nada debiera lastimar a distancia, pero el espíritu no necesita fundamentos para provocarse castigo. Al espíritu le ha gustado nadar de espaldas sobre sus propias aguas negras.

Es el remordimiento quien nos hace sentir la parte lacerada del mundo; el peso del alma, presa de sí misma. Es así como esa “sensación sin causa” de la que habla el filósofo nos obliga a experimentar un tormento inútil.

El que sufre esta aflicción se siente responsable de todos los males, y por tanto, vive abrumado por una culpa indescriptible. No obstante, saca fuerzas para querer reconstruirlo todo (es acaso el último héroe edificante). Es un atlas que, a punto del derrumbe, sigue soportando los pesares de la generalidad sufriente.

Es la mano que, ya mutilada, sigue sintiendo el trauma de la quemadura.

 

Por Leopoldo Lezama

 

Written by La Mascarada

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