La literatura como tapiz

Cuando Emma Bovary convence a su marido Charles de que deben abandonar Yonville para ir a vivir a Rouen, llegan a la pensión y en la primera comida, cuando su marido dice que ella padece de los nervios, un comensal señala que no le vaya a pasar lo que a la Guérine, que pasaba largas horas en el muelle mientras añoraba sus amores con un teniente francés. Es el argumento de La amante del teniente francés, de John Fowles y es fácil suponer que Fowles leyó a Flaubert, porque, ¿qué escritor no lo ha leído?

Estoy releyendo Una cuestión personal, de Kenzaburō Ōe, donde se siente tan mal Bird que le gustaría desaparecer por la taza del WC. Es lo mismo que sucede en Trainspotting, la novela de Irving Welsh, donde el personaje, en una escena bastante desagradable visualmente, literalmente es engullido por la taza siniestra.

Mi amigo Adán Medellín acaba de publicar El cielo trepanado, ensayo sobre la obra poética del escritor argentino Héctor Viel Temperley, quien fue objeto de una trepanación por un tumor cerebral. Me hizo recordar las trepanaciones que se describen en la novela Sinuhé el egipcio, de Mika Waltari, escritor, por cierto, finlandés.

La literatura es un inmenso tapiz, un tejido de la imaginación donde todos los diseños caben y algunos se repiten, creando el mosaico maravilloso de las posibilidades de la vida.

 

Por José Antonio Lugo

 

Written by La Mascarada

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