En esta novela, concebida dentro de un trabajo más extenso al que llamó Episodios de una Guerra Interminable en homenaje a los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, Almudena Grandes pone la lupa sobre la extraordinaria y trágica historia de Aurora Rodríguez Carballeira, madre de Hildegart Rodríguez Carballeira, quien fuera concebida como un experimento científico cuya finalidad era establecer el ideal de mujer que necesitaría el futuro: un prototipo construido con las partes en putrefacción de las mujeres rotas del franquismo.
En el símbolo de Frankenstein, Almudena encontró la metáfora perfecta para hablar del poder creativo y destructivo de la otra mitad de la raza humana que frecuentemente se condiciona a la locura o al candor. La historia de Aurora Rodríguez Carballeira, delirante y fatal se presenta ante nosotros en esta novela fresca, rica en emociones y sustentada sobre lo que Alejo Carpentier consideraría real maravilloso.
Vale la pena mencionar que Diane Long Hoeveler escribió que “Frankenstein de Mary Shelley fue la veta madre de la crítica feminista”. Un libro criticado en su época, cargado de la historia personal de Shelley, ambiguo en su esencia, pero que fue a rellenar con cristalina fuerza las otrora mínimas grietas por donde se colaba el espacio privado del “quehacer femenino”. El asombroso mosaico resultante de las posteriores vetas nos permite ver el incesante avance y retroceso de la lucha feminista, tanto en productos culturales como en materia de derechos humanos.
La madre de Frankenstein fue escrito, según apunta Grandes, “en memoria de todas esas mujeres que no pudieron atreverse a tomar sus propias decisiones sin que las llamaran putas, que pasaron directamente de la tutela de sus padres a la de sus maridos, que perdieron la libertad en la que habían vivido sus madres para llegar tarde a la libertad en la que hemos vivido sus hijas”.
Por Itzel Patricia Ortega
