Caracol Beach es la reunión de las historias que han transitado por tres novelas, es la concreción del tiempo en un espacio; un espacio que sirve, por sobre otros cronotopos posibles, a la nostalgia. Nostalgia que deviene personaje principal, a la vez que centro vital de cada uno de los personajes. Caracol Beach es el eterno país de las nostalgias de Eliseo Alberto, que ha literaturizado la historia de sus personajes y a estos mismos.
Sus personajes se convirtieron en el narrador nostálgico, sin dejar de ser cada uno de ellos un hito, un ser memorable dentro de una era imaginaria, si no a la manera en que la concibió Lezama, sí como una nueva era en la retórica de la ficción nostálgica. Lichi fue sus personajes y cada uno de ellos fue Lichi. Construyó en Caracol Beach un mundo sin patria y sin fronteras, universal, marginal, sobreviviente, adolorido y fracasado, pero sostenido por aquello que nos mueve a los humanos en cualquier territorio, los sentimientos.
La eternidad por fin comienza un lunes es una novela del reencuentro y del amor. Si bien la fantasía y la poesía darán cuerpo a la historia como personajes, será el amor el héroe salvador, el verdadero protagonista de esta gesta épica de los circos del mundo.
La premiada Caracol Beach es la novela del olvido. Un olvido que se ampara y se reproduce en el miedo, la locura, la culpa, la memoria y la pérdida. Un olvido que reivindica la historia, impide que muera, y al mismo tiempo la sepulta y se deshace de ella y de sus elementos más dolorosos. Un olvido que, para ser, solo precisa la muerte.
La fábula de José es la fábula de la lejanía y la soledad, la búsqueda de lo más sagrado: la libertad. La libertad, que parece imposible, es poética y herética en un mundo hipermoderno, con sus ternuras y sus crueldades. El hecho de que José, que parece su personaje más desesperado, logre al final escabullirse del encierro gracias a la amistad, y ser libre, aunque no sepamos dónde, simboliza un cierre de esperanza a esta terna de novelas escritas en su primera década de exiliado, los peores años.
Lichi creó y recreó un mundo armado de sentimientos, pero que es político y social además de ficticio. Soñaba una nación sin nacionalismos, una gran aldea global. Le angustiaban las reservas morales del ser humano. Fabulaba por convicción y por mandato divino. La poesía fue su puente más visible entre tres obras que están condenadas a un mismo espacio físico, pero a un infinito en la memoria de sus lectores. Poetizó sus mundos y tal vez fue ello lo que permitió que su nostalgia fuera la de Bebé y Asdrúbal, y la del soldado Beto Milanés o su compatriota Laura; la de José, por supuesto, y la de Zenaida Fagés. Pero que fuera, además, la de Ulises, la de Heredia y Martí, la de cualquiera de sus contemporáneos cubanos, y la de quienes en el futuro habrán de echar todavía los botes a la mar y, sin saber por qué, comenzar el ejercicio de la vida en una tierra a la que no pertenecen. Caracol Beach representa los exilios del mundo, y a Cuba, una Cuba que es, sin embargo, la gran ausente, que solo ha existido en otro tiempo, pero cuyo pasado se sufre con omnipresencia, y cuyas tradiciones sus personajes han reinventado para sostener la vida.
De Nostalgia, una era imaginaria, Gabriela Guerra Rey, Equidistancias, 2023