Hace ya bastantes años vi por primera vez un episodio de Batman: The Animated Series titulado “Mad Love”. Podría decirse que dicho capítulo sintetiza la compleja relación entre The Joker y la psiquiatra Harleen Quinzel, posteriormente conocida como Harley Quinn. Sin embargo, debo decir que aquello que mejor recordaba era el plan ideado por el payaso para matar a Batman ―puesto en marcha por su amante―, el cual consistía en hacer que el héroe fuera despedazado en un tanque repleto de pirañas. A ese genial proyecto lo llamaban “el tanque de las mil sonrisas”.
Con el pasar del tiempo vino un desfile de numerosas encarnaciones de Batman y de los miembros de su universo, desde luego, en los más diversos registros y en distintos medios. Aun así, ese payaso convencido de que matar a Batman debía ser como una obra de arte es el que más me ha convencido como cristalización del personaje.
Una de los matices de The Joker que más aprecio es justamente el que prima en “Mad Love”, pues allí se enfatiza el rostro melancólico del artista que vive una realidad no ordinaria y cuyo violento choque con la realidad sólo puede derivar en el exilio y la marginación. El bufón le dice a Harley: “Siempre recibes golpes de los tipos que no entienden la broma”. Dicha frase apunta a esa desestimación que el payaso encuentra en las miradas de la sociedad, a la cual Batman representa.
Otra identificación interesante que subyace en el vínculo entre héroe y villano es aquélla que emparenta a Batman con la figura paterna y con la autoridad de la conciencia. La citada frase del guasón viene a juego porque él le contaba a su amante y secuaz de cuando su padre lo maltrataba. Según el relato, ese hombre era irascible y afecto a la bebida. The Joker sólo tenía en la mente una ocasión en la cual lo vio sonreír, una vez que lo llevó al circo y vieron juntos el acto de unos payasos. El Joker intentó emular la broma de éstos, aunque a ello sobrevino la violencia del padre. El criminal empalma a su némesis con la figura paterna que censura su actividad lúdica, su fantaseo. Asimismo, lo exacerbado de tal estadio lo enrarece y lo hace ajeno al orden social.
The Joker hace honor a su apelativo justamente porque es el personaje que, tras el maquillaje, puede actuar y decir de modos que están velados para el hombre común, pues su discurso se toma a juego, como el balbuceo de un loco o la ficción de un artista.
El payaso es sumamente versado en retórica, y es con anécdotas e historias como ésa que logra seducir y embaucar a Quinzel. Sin embargo su rival tampoco es falto de talento en la prestidigitación verbal; cuando está colgado, a punto de caer al tanque de las mil sonrisas, cuestiona la validez de lo dicho por The Joker, diciendo que se trata de un relato “de mil variantes”, cuyo único propósito es convencer. Harley Quinn parece finalmente desencantada de su amante y la muerte de Batman vuelve a convertirse en asunto frustrado, aunque al final del episodio Harley vuelva a caer presa por el influjo de Mr. J.
El artista incomprendido, el excéntrico, el obsesivo de la forma, aquél quien dice amargamente que “así es la vida del comediante”, me parece por mucho la encarnación más interesante del conocido personaje del universo DC.
Por Rafael Valentín