Del libro de mi muerte, “El sueño de la liebre (muerte guajira) —ensueño mortecino en tres actos—“, dos poemas y una apostilla en un post-it sobre el libro.
Primera parte: “Las manecillas al interior del ojo (suceso tras suceso que el ojo de un felino agazapado observa)”: primer poema
ALUSIÓN AL LIBRO
…y al llegar ante su casa, como encontrase que las puertas estaban cerradas, se dijo: «¿Y si ensayase sobre ellas el poder de la fórmula mágica?»; y en voz alta dijo: «¡Sésamo, ábrete!»…
Las mil y una noches
El acto inicial del espejismo
está en un hecho inesperado
que proyecta con su nimia epifanía
la estela
de una sombra:
sus pasos conducen a la puerta
que abren una a una las letras del poema.
Es la puerta del día y de la noche:
la puerta del espejo abierta
que tras calcar las cosas plasma sus colores
en una nueva arena
y la puerta del sarcófago del sueño,
del modo en que un gato se despierta
y sale del escondite de la casa
(habiéndose hecho absolutamente ausente)
de su rastro de pasos
que forma una silueta
en las cosas que enciende a su contacto.
Está en los incidentes sucesivos
entre punto y punto de las manecillas.
En el peso del cuerpo en la balanza
que equilibra la visión a un cúmulo de cosas
que son la evidencia,
los componentes del enigma.
Tal vez por eso cuando clavas alfileres
en la almohada
pinchas la imagen del sueño
para siempre
cuando hayas de despertar / / y estar en él.
TERCERA PARTE: “LOS MESES DEL AÑO, ADÁN, CAGAR LA FRUTA CON SEMILLAS DEL EDÉN”: QUINTO POEMA
ESCALERAS ABAJO (MAYO)
El gato elude el filo de las cosas
con pisadas de escalones que bajan,
tantea la sombra y su contorno
para poner sus uñas en la cuerda
con que comienza el mundo
(lunes)
alzar las patas y estirarse,
girar los ojos
y ser el sol fijo en su mirada
en el núcleo del color del lente que desnuda al cielo
y lo muestra en el oasis de su sueño
(martes)
bostezar, lamerse el lomo,
desprenderse del pelaje
el garabato de una hierba
—semilla quizá del árbol de la ciencia—
y ver cómo se adhiere en ella el pelo desprendido
(miércoles)
cerrar los ojos
tras esa capa blanca de la nada
sin ver adentro un dios descalzo entre la charca
o una piedra inmóvil
que repita el nombre del río en el curso del agua
(jueves)
poner un tache grande
en el calendario del corcho
—saber que el mundo ha comenzado
que es la primera noche
y el día acaba de contar su mito.
APOSTILLA: POEMA EN UN POST-IT SOBRE EL LIBRO
LUPA
Que brille el ala de un insecto,
la película de luz sin definirse,
que no se plasme en el matiz
del plástico bruñido,
y su lengüeta extraiga el gel elemental
para llevar su magma al alveolo del panal.
Que zumbe en su giro, que se repita
la abeja tras la rueca
entroncada en la muesca
del mecanismo con que gira,
antes de caer en medio de la mesa,
la naranja.
Que vaya desde el huevo
hasta el reloj de arena
cuando ya no haya un hilo de luz
aún por seguir.
Y baste con cubrir
con una manta
la lámpara en que está la palomilla.
Jerónimo Gómez Ruiz (Ciudad de México, 1989)
Dice haber, una mañana, al salir de la “sinagoga de los escritores”, tras apurar en un restaurante, ubicado entre carpas, unos huevos a la mexicana y un jugo de nopal, leído su propio nombre entre las páginas, su propio nombre entre los libros. Interrogado sobre este hecho, responde: “me propuse un día renunciar a la vida por medio de un minucioso método con el que puse en escena la maqueta del sueño, para efectuar el juego entre el escritor y la muerte: tras escenificar en la maqueta del libro un laberinto con salida a otro, habiendo afilado más mi lápiz, escenifiqué en la maqueta del libro un juego entre el escritor y la muerte, para renunciar a la vida y tener así más horas para dormir, y fue entonces que encontré, inopinadamente, mi nombre, entre las páginas de un libro colocado en el patio de un teatro. Mantiene una columna en La Mascarada, "Los colores negros del dado verde".