Mirando al sol, dramaturgia y dirección de Cristian Magaloni, es una obra que se tiene que ver. El título es muy acertado, pues reflexionar sobre lo que se dice o se hace —así como lo que se deja de decir o de hacer— en los últimos momentos que se comparten con un padre es tan intenso y deslumbrante como mirar al sol.
Se trata de una reflexión profunda sumamente existencial, con un tono y un lenguaje tan cotidianos y cercanos al público de hoy que cualquiera de los espectadores podríamos estar en el papel del padre y/o del hijo. Nadie sale ileso.
Todos los elementos cobijan la gran actuación de ambos personajes. La música en vivo, la alusión a la poesía de García Lorca y la escenografía son tan atinados como los últimos deseos y reclamos de quienes, a pesar de tener un lazo tan cercano, reconocen haberse alejado demasiado y haberse podido abrazar más antes de llegar a este momento. Y, a pesar de ello, dejan ir la oportunidad de hacerlo ahora con un: “¡Ojalá la próxima vez!”. Es terrible la angustia que da estar consciente de las despedidas cuando son definitivas y, aun así, dejar ir.
Al salir del teatro, cuando uno cree que la reflexión terminó, y hasta podría agradecer que así haya sido, emergen de pronto, como invitadas incómodas, esas preguntas latentes que surgieron durante la obra y el público se lleva para repasar: si lo que se dijo o se hizo, así como lo que se dejó de decir o de hacer, fue lo mejor que se pudo en ese momento. Se asume quizás con esto una incapacidad, lo que resulta relativamente cómodo. O, si se acepta que las acciones fueron una elección con las consecuencias que esto tiene; algo que aplica para todos los actos de la vida.
Humanos, demasiado humanos, eso es lo que somos, con una existencia efímera, aunque en algún dialogo se afirme que también es eterna.
«Está el Vacío, que no es lo mismo que la Nada», dice el hijo para consolar la incertidumbre del padre y, sin duda, también la propia. En la contrariedad y el aparente sinsentido de la vida y de la muerte está la magia. Bendito teatro que nos lo recuerda, a pesar de dejarnos con el corazón estrujado. ¡Y, eso sí, con ganas de abrazar más a quienes amamos! La obra se presenta en el teatro La Capilla (Madrid 13, colonia Del Carmen, Coyoacán) sábado y domingo, a las 6pm, hasta el 17 de julio.
Por Hilda Sitges