Roma no es una historia, son tres historias paralelas que van tropezando entre sí en varias ocasiones. En una de ellas está Cleo (Yalitza Aparicio), la muchacha del servicio de una familia de clase media en la colonia Roma. Otra es la historia de la familia del propio director durante su infancia; la última es la historia de una ciudad telúrica en la que se protesta mientras sus millones de habitantes colisionan unos con otros. Todo esto pasa a inicios de la década de los años setenta en la Ciudad de México.
Utilizaré un par de clichés al hablar de esta cinta, el primero será para decir que Roma es un poema visual, y con el segundo diré que con Roma habrá un antes y un después para Alfonso Cuarón. Olvídese de Y tu mamá también, de Harry Potter y el prisionero de Azkaban, incluso de Gravity, con todo y su Oscar. Olvide todo porque el hijo pródigo ha regresado a la tierra que lo vio nacer y que le dio las historias sobre las que hoy escribe, dirige y filma. Cuando vi las primeras imágenes promocionales de la película de inmediato pensé en Emmanuel Lubezki, quien resulta casi inseparable tanto de Cuarón como de Iñárritu, pero, cuando supe que la fotografía era del propio Cuarón, me enderecé en el asiento y puse más atención. Incluso antes de que la película iniciara ya sabía que su fotografía sería simplemente fantástica, y así fue.
El filmar en blanco y negro tiene el encanto no sólo de una época que nos despierta añoranza, sino que desnuda a la cinta de la distracción del color, obligándonos a fijar la vista en esa escala de grises que no permite margen de error; sin tomas vertiginosas que disimulan los fallos, todo lo contrario, acompasadas y suaves.
Todo en la cinta es de un detalle muy bien cuidado: el sonido, la luz, la banda sonora, las actuaciones y, sobre todo, los escenarios. La naturalidad la define, hay un orden obsesivo en el caos que se asoma en ella. Dos, tres, cuatro eventos sucediendo en el mismo momento, abrazados entre sí para mantenernos en un trance histórico. En verdad no entiendo en qué se basó la crítica internacional para aplaudirla de la manera en que lo están haciendo, porque esos momentos y esas locaciones sólo pueden tener sentido para un mexicano.
La historia de Cuarón era nuestra antes de que él la escribiera. Muchos de nosotros tuvimos a nuestra propia Cleo, o caímos ante el embrujo de una banda de guerra pasando por la calle, nos sacudimos la mala suerte cuando el afilador emitía sus acordes anunciándose. Peleas campales entre padres y hermanos, la ciudad moviéndose bajo nuestros pies y el efecto de fragilidad que deja en nosotros.
Yalitza Aparicio está magnífica. Con esa mirada de inocencia y sorpresa, silenciosa, de pasos ligeros y rápidos, de lengua madre. Roma avanza y toma su ritmo, pareciera que Cuarón sólo los dejó ser, pero no se engañe, ese hombre fue minucioso hasta en el más pequeño detalle.
Alfonso Cuarón hizo un viaje en el tiempo y nos llevó de la mano con un caminar lento. Hizo también una coreografía sangrienta del “Halconazo”, ése que sólo algunos recuerdan y que ahora nadie olvidará jamás. Nos desgarró el alma con una parturienta, nos dio de nuevo el aliento y nos arropó en el abrazo de nuestra propia familia a través de la suya; pero lo más importante de todo es que lo hizo aquí, en México y para México. Muchas gracias por tan bello regalo.
Por Patricia Bañuelos