Para el documentalista Sam Green (Detroit, 1966) el pensamiento utópico es necesario: pensar en las utopías, esos lugares inexistentes e irrealizables —si atendemos a la etimología de la palabra— supone, en principio, tomar conciencia de todo aquello que no funciona en nuestro entorno e imaginar cómo nos gustaría que fuera. Al realizar esta operación mental, en algunos casos, el deseo de alcanzar ese ideal puede trascender en un impulso que genere acción y, con suerte, una transformación. A lo largo de su carrera fílmica, Green ha documentado historias que dan vida a esta premisa, tal es el caso de la nominada al Oscar The Weather Underground (2003), la cual aborda el movimiento radical gestado en la Universidad de Michigan en contra de la guerra de Vietnam, y de su pieza más reciente The love song of R. Buckminster Fuller (2012), proyectada en el teatro Esperanza Iris el pasado 17 de abril como parte de las actividades de Ambulante: Gira de Documentales.
El documental inicia con la imagen del inventor, diseñador y arquitecto R. Buckminster Fuller caminando, al fondo, su obra más emblemática: la cúpula geodésica. De inmediato el espectador advierte que no está frente a una experiencia cinematográfica convencional, pues la narración en vivo de Sam Green acompaña en todo momento lo visual, mientras la banda de culto indie Yo La Tengo interpreta la música original. En una suerte de mediación entre el espectador y el archivo visual recopilado, el director, con un guión desenfadado, introduce los aspectos más importantes de la vida de Buckminster, uno de los grandes utopístas del siglo XX.
Fotografías, videos y entrevistas dan cuenta de la filosofía del llamado padre de la sustentabilidad, cuya visión crítica lo llevó a repensar la compleja relación entre sociedad, tecnología y medio ambiente. Durante poco más de una hora el espectador tiene la oportunidad de ver impresionantes imágenes de su proyecto futurista Dymaxion, acompañadas en todo momento por las brillantes atmósferas sonoras de Yo La Tengo: un prototipo de automóvil aerodinámico con capacidad para 11 pasajareros que pretendía ahorrar combustible; una vivienda ecólógica de forma hexagonal; y, finalmente, la cúpula geodésica, basada en la máxima de Buckminster «hacer más con menos», una estructura semiesférica que encierra un gran espacio con el mínimo de superficie y materiales, que durante la década de los sesenta tuvo gran impacto, construyéndose más de 2000 cúpulas alrededor del mundo.
Si bien el proyecto Dymaxion no pudo materializarse por completo, queda la reflexión de Green en cuanto a la capacidad de Buckminster de pensar de una manera distinta, y es precisamente éste uno de los aciertos del documental: más allá de un mensaje edulcorado en la tónica de «¡vamos a cambiar al mundo!», el director invita a pensar el presente —presente que parece rebasar la fantasía distópica más perversa—, e imaginar un futuro ideal, o lo que es lo mismo; dar una respuesta creativa a las carencias de nuestro entorno.
Pero la verdadera veta del documental The love song of R. Buckminster se encuentra en el formato de su presentación; el documental en vivo se convierte en una experiencia colectiva, mucho más cercana a las artes escénicas y por lo tanto más emocionante. Como epílogo, queda una vez más la imagen de Buckminster, y Sam Green pregunta: ¿un genio?, ¿un loco?, ¿el Leonardo Da Vinci del siglo XX? Sí, a todas las anteriores, pero sobre todo, un hombre que intentó trazar rutas para encontrar ese mundo imposible e ideal.
Por Patricia Cepeda