El inevitable juego de claroscuros al que aludía Borges en “Ajedrez” es parte de nuestra cotidianidad, sin embargo, una fecha que a muchos mexicanos sirve como pretexto para reflexionar en torno a dicha dialéctica (en esta ocasión vida y muerte) es el Día de Muertos. Justamente por estas fechas, una amiga de Buenos Aires me preguntaba si este funesto festejo era algo importante para todos los mexicanos, y que si se trataba de algo contiguo a la generalidad de la gente sin importar sus creencias. La mejor respuesta que pude dar fue que el origen del Día de Muertos está estrechamente vinculado al pensamiento religioso, y que la tradición se alimenta de creencias tanto prehispánicas como de aquéllas propias del catolicismo. No obstante, la belleza de una ofrenda no es un espectáculo que excluya a nadie, tampoco la reflexión con respecto a la muerte, cuya persecución nos llega a todos. Así que, de pronto, vino a mi mente el amplio debate de la tradición mexicana de dicho día frente a otras festividades (particularmente el Halloween, sus disfraces, el trick or treat, etc.). Creo que, en este caso, sería factible pensar en que la muerte es un tema tan vasto que nos permite abordarlo desde muy diversas perspectivas. Sin embargo, debo admitir que lo primero en lo que pensé fue en calaveras de dulce, flores de cempasúchil y catrinas.
En la Ciudad de México (así como en otras partes del país), son varios los lugares que se han hecho famosos por hacer énfasis en esta celebración, podemos pensar en Coyoacán, Mixquic o Reforma, incluso Ciudad Universitaria. En esta ocasión, decidí darme una vuelta por la mega ofrenda de la UNAM, la cual ha tenido diversos escenarios dentro de las instalaciones de dicha institución, tales como Las islas o el Espacio Escultórico (esta fue la primera vez que el ensamble de ofrendas se agrupó en torno al estadio de Ciudad Universitaria). Como en otros años, hubo participación de las diversas facultades de la UNAM, así como de escuelas ligadas a la máxima casa de estudios del país e instituciones invitadas. El cambio de locación no fue del todo favorable para mi gusto, aunque, por otra parte, esto permitió la instalación de otro tipo de altares y manifestaciones que me parecieron sumamente interesantes. Cabe destacar que la mega ofrenda de este año rindió especial homenaje a uno de los personajes cuyas campañas fueron fundamentales para la Independencia de México: José María Morelos (tal vez aquí resida una muestra del nexo de esta tradición con otras importantes facetas de la cultura mexicana, como lo es la histórica). Por último, me parece digno de mención que los altares no fueron la única forma en la que el Día de Muertos se manifestó en la UNAM, pues la institución lanzó convocatorias para concursos de foto, poesía y otras vertientes artísticas.
Por Diego Mejía
Fotografías de Claudia Granados