El IEM. 51 mi hermano mayor.
Estaba en la casa, antes de que naciera,
leche, hielos, ensaladas, quesos.
Es
—pues todavía me acompaña—
un mueble robusto
parece un árbol.
Se necesitaron ocho hombres
para “volarlo” al departamento
que ahora guarda con ronroneo
casi imperceptible.
—Funciona tanto y tan bien
que
hay que deshielarlo
y dejar que se
deshagan
los macizos glaciares que prosperan
en sus metálicos adentros.
Mi litigante padre
lo obtuvo como pago
por un insaldable juicio de divorcio
Mi madre sabia guardar ahí
postres y carnes.
delikatessen y antojitos
amén de los hielos
con yerbabuena
que guardaba para
los menjules
IEM sigue ahí impasible
como un centinela
que ve pasar glaciaciones.
Tiene casi setenta años.
Nunca se ha descompuesto
Hielos y más
hielos.
Alguna vez
he llegado a guardar
en sus frígidos
adentros
libros y revistas.
considerados infecciosos
Otras veces ha servido
para enterrar libros ardientes
de poemas que sólo podían
ser leídos bañados en
Champagne—
o bien
verdes pasteles sospechosos
o comida para bebés
Ha llegado la hora
de hacer el testamento
No sé a quien dejarle
ese refrigerador
IEM Westinghouse
1951
coetáneo de las Naciones Unidas
y de la explosión atómica
seguramente
seguirá enfriando
después de que me enfríe.
Septiembre 04, 2020
Por Adolfo Castañón