El cielo dentro de Antonia Pozzi

Antonia Pozzi nació en Milán, Italia, en 1912, dentro de una familia culta y aristocrática. Desde su juventud comenzó a dedicarse a la poesía y se vio influenciada fuertemente por su profesor de griego y latín, Antonio Maria Cervi, con quien más adelante mantendría una relación. En 1930, Antonia ingresó a la Universidad de Milán y, bajo el cuidado de su profesor Antonio Banfi, desarrolló el horizonte teórico en el que funda su poesía. Banfi le entregó una formación literaria unida a elementos extraídos de la reflexión filosófica, junto con una perspectiva antifascista y solidaria hacia su pueblo. Dicha posición política provocó un quiebre con su padre, Roberto Pozzi, un defensor del régimen de Mussolini. Sin embargo, éste no es el acontecimiento que más tortura emocionalmente a Antonia, sino el ataque sistemático de su padre hacia la relación que ella mantenía con Antonio Maria Cervi, debido a que él no pertenecía a una familia adinerada como la de ellos. De este modo, Antonia se sumerge en una profunda depresión que la conduce al suicidio a los 26 años de edad, dejando una obra poética y fotográfica que solamente luego de su muerte es descubierta.

Es innegable que la obra de Antonia Pozzi constituye un inmenso aporte a la poesía italiana de la primera mitad del siglo XX. Este juicio se apoya en el excepcional lirismo de su trabajo desplegado en un lapso de apenas 10 años. A pesar de lo breve de este intervalo, la producción literaria de Pozzi consigue un efecto notable, llegando a ser elevada a la altura de la poesía de Ungaretti por las propias palabras de Eugenio Montale, quien propicia la difusión de Parole, libro que reúne toda la obra poética de Antonia. Montale decidió realizar el prólogo de la tercera edición del libro, publicada por Mondadori, y con su intervención ayudó enormemente a posicionar el nombre de la autora en el medio literario europeo.

En cada uno de sus poemas Pozzi anotó la fecha y, a veces, la ciudad desde la que escribía, llevando una especie de diario a partir de estos breves textos: Io non devo scordare / che il cielo / fu in me [Yo no debo olvidar / que el cielo / estuvo en mí] nos dice Antonia en uno de sus poemas, tratando —quizás— de abandonar por un momento la idea de la temprana muerte que decretó para sí. Aunque su decisión fuera finalmente irrevocable, no existirá muerte posible para su poesía.

Presentamos aquí una muestra de sus poemas traducidos al español.

 

TIEMPO

 

I

 

Mientras duermes

las estaciones pasan

en la montaña.

La nieve en la cima

anhela dar vida

al viento:

detrás de la casa el prado habla,

la luz

bebe huellas de lluvia en los senderos.

Mientras duermes

pasan años de sol

entre las copas de los alerces

y las nubes.

 

II

 

Puedo recoger los lirios del valle

mientras duermes

porque sé donde crecen.

Y mi verdadera casa

con sus puertas y sus piedras

está lejos,

ya no la encontraré más,

pero va errante

por el bosque

eternamente

mientras duermes

y crecen los lirios del valle

sin tregua.

 

28 de mayo de 1935

 

LA PUERTA QUE SE CIERRA

 

Lo ves, hermana: estoy cansada,

cansada, agotada, sacudida,

como el pilar de una puerta angosta

al borde de un inmenso patio;

como un viejo pilar

que de por vida

fue una presa para el vuelo impetuoso

de una multitud encerrada.

Oh, las palabras prisioneras

que laten, laten

furiosamente

en la puerta del alma

y la puerta del alma

que en palma a palma

sin piedad

¡se cierra!

Y cada día el umbral se estrecha

y cada día el asalto es más difícil.

Y el último día

—lo sé—

el último día

cuando quede un solo hilo de luz

lloverá de la grieta extrema

adentro de la oscuridad

entonces será una ola monstruosa,

el impacto tremendo,

el grito mortal

de palabras no nacidas

hacia el último sueño del sol.

Y luego,

detrás de la puerta cerrada para siempre,

será la noche entera,

su frescura,

el silencio.

Y luego,

con los labios cerrados,

con los ojos abiertos

en el enigma del cielo de la sombra,

será

—tú lo sabes—

la paz.

 

10 de febrero de 1931

 

NOVIEMBRE

 

Y después —sudecerá que yo me vaya—

quedará algo

de mí

en mi mundo—

quedará una débil estela de silencio

en medio de las voces—

un tenue aliento de blanco

en el corazón del azul—

Y una tarde de noviembre

una niña grácil

en una esquina

venderá tantos crisantemos

y serán las estrellas

gélidas verdes remotas—

Alguien llorará

quién sabe dónde —quién sabe—

Alguien buscará crisantemos

para mí

en el mundo,

cuando suceda que sin retorno

yo deba irme.

 

29 de octubre de 1930

 

ACOSTARSE

 

Ahora la blanda aniquilación

de nadar de espaldas,

con el sol en el rostro

—el cerebro penetrado de rojo

a través de los párpados cerrados—.

Esta tarde, sobre la cama, en la misma postura,

la cándida ensoñación

de beber,

dilatando las pupilas,

el alma blanca de la noche.

 

Santa Margherita, 19 de junio de 1929

 

Traducción y nota de América Merino

 

Written by La Mascarada

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