El nadaísmo es un movimiento literario vanguardista colombiano, que en los años sesenta es llevado a su esplendor por Gonzalo Arango. También lo integraron Jaime Jaramillo Escobar, Eduardo Escobar, Jotamario Arbeláez, Diego León Giraldo y Jaime Espinel, entre otros. Se caracterizó por un nihilismo basado en las temáticas del dadaísmo, del surrealismo y de los Beat, contraponiéndose al academicismo y a las influencias hegemónicas contemporáneas. Brahiman Saganogo, en su artículo de 2008 “Nadaísmo colombiano: ruptura socio-cultural o extravagancia expresiva”, plantea lo siguiente: “Etimológicamente el término deriva de ‘Nada’ que significa cualquier enunciado que exista fuera de la razón”.
Es prudente advertir que, a pesar de esa nada, el nadaísmo, en tanto movimiento abierto, tuvo muchos adeptos de toda clase; normalizó el uso de drogas como la marihuana, la cocaína, la mezcalina y el ácido lisérgico, así como las prácticas sexuales libres. Para esa época, Gonzalo Arango, quien era conocido como el “Profeta” o el “Monje”, había participado de los excesos de las fiestas nadaístas, pero sin olvidar la importancia de su movimiento literario.
En ese sentido, en La obra negra, de 1974, Arango aclara:
Somos de una raza nueva que santifica el placer y los instintos, y libra al hombre de los opios de la razón y de los idealismos trascendentes… Todo lo que tenemos para ofrecerle a la juventud es la locura, pues es necesario enloquecernos antes de que llegue la guerra atómica. El hombre será aniquilado por el hombre. La humanidad borrará en un segundo la historia infame que escribió en un millón de años. Nosotros nos apresuramos a saludar regocijados su desaparición, y nos vomitamos jubilosamente en su inútil historia de miles de siglos. Estamos asqueados, y nos negamos a sobrevivir en esa ilustre inmundicia…
Lo anterior clarifica el rol opositor del nadaísmo frente a las practicas socioculturales del momento (y quizás del presente). Los nadaístas se instauraron en una literatura quebrantada, que cuestionaba la producción colombiana argumentando que las obras costumbristas y tradicionales estaban permeadas de esteticismo. Con la idea de una creatividad que surge desde un caos racional, este movimiento valora la existencia humana e intenta demostrar que los campos sociales corrompen el espíritu y alienan la conciencia. Asimismo busca desmitificar la razón y cualquier acto de creencia religiosa. En Cuando nada concuerda, Eduardo Escobar rememora: “Fuimos más una banda de cazadores de cabezas que una capilla literaria”. Más que un grupo literario, fueron unos pensadores críticos con respecto a su país y al mundo que los rodeaba.
El nadaísmo se posicionó como un movimiento de Latinoamérica que, además, puso en controversia los cánones establecidos en una Colombia llena de matices violentos, soñadores, corruptos, solidarios y humanos.
Aunque muchos integrantes del movimiento, como Cobo Borda, criticaron con dureza los sucesos que envolvían a Colombia, paradójicamente algunos de sus militantes terminaron en los gobiernos de turno que tanto detestaban.
El nadaísmo ha sido el movimiento de vanguardia más importante de Colombia, sin embargo en algunos círculos se afirma que no fue más que un espectáculo ofensivo y carente de literatura y que constituyó, solamente, una crítica del país y del mundo referencial para muchos lectores jóvenes e inconformes.
No quedan dudas de que Gonzalo Arango y el resto de los integrantes del nadaísmo seguirán causando controversia en distintos sectores políticos, sociales, culturales y económicos de esta Colombia devastada por la desesperanza, aunque con senderos de luz.
Por Yessika María Rengifo Castillo