Homenaje a Sergio Fernández (segunda parte)

La vocación de un escritor es irse desnudando como las sucesivas capas de una cebolla.

Sergio Fernández

 

Sergio Fernández se presentó a sí mismo como una cebolla que se desnuda poco a poco a los ojos de intrusos a través de su escritura. Sus obras revelan a sus lectores los profusos caminos que sigue el escritor para encontrar el milagro de una comunicación interna, íntima, perturbadora. En la presentación de Miradas subversivas, Sergio Fernández toma la metáfora de Marcel Proust para hablar del arte y comenta que el arte es una capa transparente que se nos adhiere y que de esa manera dejamos de ser cuerpos opacos porque al serlo no podemos comunicar. Sería una especie de tergiversación o de subversión de lo que es en el catolicismo la comunión. Se comulga con el cuerpo de Cristo a través de la magia de un milagro. Se comunica uno con los seres humanos a través de la magia que es el arte. A regañadientes el escritor responde que su novela ya no le interesa, ya no la recuerda, que —dice— ya no le pertenece, y está más interesado en oír al lector que a sí mismo. Su mirada, en momentos nostálgica, en momentos irónica, denota siempre una profunda inteligencia. Cuando la conversación se torna hacia el hermetismo, imagino que estoy frente a un mago; cuando defiende la postura del concepto de “novela lírica”, intuyo que el mago es también escritor, o mejor, que el escritor sabe de magia, alquimia, tarot: logra fascinar, descubrir y descubrirnos con sus palabras porque, como alquimista, sabe que sólo el arte nos da la posibilidad de ser nosotros y otros al mismo tiempo hasta quedar desnudos de estas capas que nos cubren el cuerpo.

—¿Se podría establecer una continuidad entre Primero sueño de Sor Juana y su Segundo sueño?

—No es una continuidad lógica la que se establece entre Primero sueño y Segundo sueño, es una continuidad de tipo ontológico y de tipo literario. Son viajes concordantes, no discordantes. Primero sueño se perfila como un ascenso a la luna y desde la tierra un descenso al Hades o al infierno. En este sentido, el viaje sería un doble viaje de símbolos opuestos, tan opuestos como pueden ser el verso y la prosa, desde un punto de vista de la materia misma del verso y de la materia misma de la prosa. Pero, obviamente, el hecho de que [Segundo sueño] sea en parte autobiográfico no proviene de que Primero sueño sea un poema autobiográfico, proviene de que al narrador de mi novela le da la gana que así sea. Ahora, esto tiene que ver poco con Sor Juana; en realidad la novela no está vista a través de Sor Juana. Sor Juana es de los muchos elementos que existen en la novela, pero tan importante puede ser Sor Juana como el pintor, como Altner, como el propio narrador, como todo eso que pasa porque es una novela llena de hilos. Primero sueño narra un viaje a la luna, el punto a donde se dirige el cuerpo astral de Sor Juana, porque el sueño de Sor Juana es lunar y la novela es lunar. La novela pasa, si mal no recuerdo, en un invierno. Los tonos son fríos, y todo lo que ahí ocurre es un encuentro del personaje con el diablo. Pero en este caso, ya no tendría que ver con Sor Juana porque Sor Juana en su primer sueño no revela la naturaleza del mal, lo que revela es el pasmo ante el universo.

—¿Por qué Segundo sueño?

—Porque es un sueño que no cuenta Sor Juana, pero que proviene de su ser, enormemente atormentado por unas pasiones violentísimas que tiene Sor Juana como persona y como monja. Entonces, desde un punto de vista de la escritura, Sor Juana tiene un sueño; desde el punto de vista mío, puede haber quien sueñe no una primera vez, sino una segunda vez, a partir de la lectura de Primero sueño. En este sentido, tienes razón, es una continuidad; si yo ya leí el Primero sueño, no tengo por qué llamar a mi novela “sueño primero” o “primero sueño” o “el sueño”, como ella misma le llamaba. Si parto de la base de que es un segundo sueño es porque primigeniamente existe un primer sueño, y éste no es otro que el escrito por Sor Juana. Aunque también pudiera darse [el caso] de que el narrador hubiera tenido un primero sueño que se hubiera dado en otro momento, en otra circunstancia, en otra novela, en lo que sea. A lo que me estoy refiriendo es que las dos obras son profundamente místicas y denotan un sentido de una exploración equivocada; en realidad, Sor Juana termina su Primero sueño con el verso: “el mundo iluminado y yo despierta”. ¿Quién asciende?, asciende una cosa que las ciencias esotéricas llaman el cuerpo astral. En Segundo sueño, yo creo que estaría presente el cuerpo astral de este chivo expiatorio que es el narrador, que desde un punto de vista convencional podría ser quien asciende a la luna o quien baja al infierno. Es muy sintomático que Sor Juana no proponga un viaje que trascienda a la luna, que vaya al sol como la Divina comedia en el paraíso; todo el viaje de Sor Juana es infralunar. Desde un punto de vista esotérico, todo lo que está debajo de la luna es mortal, por eso los seres humanos morimos, y no podemos atravesar este mundo de la luna como no sea post mortem. En este sentido, también Segundo sueño está dentro de esa órbita de la noche, aunque no se dirija realmente a ella, pero fíjate que no hay sol; toda la novela tiene un color lunar. Ahora, el Segundo sueño, ya te digo, es porque hipotéticamente el narrador escribió un primero, que no sabemos cuál sea. Ya déjate de compararlo con Sor Juana, porque lo medular no es Sor Juana: lo medular de la novela, en primer lugar, yo creo que es el idioma, eso sí es un primer lugar, es un primer término, que yo supongo, que toda gran experiencia estética desde un punto de vista literario tiene que partir de allí. No importa ya lo que se diga, lo importante es el cúmulo de imágenes, es el cúmulo de metáforas que una novela puede tener. Es lo contrario de lo que se llama actualmente novela light. Es una literatura densa, apretada. Yo no la llamaría una novela lírica; para mí una novela lírica serían Los peces, es una novela hedonista, y esa sí es solar: el cuerpo entregado al cuerpo. Yo lo llamaría más bien una novela lírico-dramática, porque allá hay el drama de un hombre que comienza por no desprenderse de ese cordón umbilical atroz. La madre al mismo tiempo lo expele y lo vuelve a devorar; es como si ella misma lo estuviera mandando con el alemán aquel infame, para que el alemán no lo aceptara y ella lo volviera a tener con ella, intrauterinamente, para decirlo desde un punto de vista psicológico en términos muy gruesos y muy tontos.

En el sentido de Freedman, yo veo que Las olas es una novela lírica, El buscón, que no se ha visto; pero ésta [Segundo sueño] no, porque aquí hay un drama, y la novela lírica tiene como personaje principal —para Freedman— el lenguaje, no hay ningún drama, por supuesto no hay ninguna tragedia.

—Freedman cita a Demian, al Lobo estepario o Al faro, como novelas líricas.

—Bueno, además en su punto de vista, y de ahí no lo vamos a sacar, pues ya escribió el libro, ¿cómo lo vamos a convencer de que son o no son novelas líricas? A mí me parece que en cierto modo son líricas en cuanto que no presuponen una trayectoria dramática al estilo de La regenta o de Madame Bovary o alguna de estas novelas. Son líricas porque la anécdota se disuelve en su propio decir, en su propia metáfora; son novelas a las que se las traba el idioma. Yo no conozco Demian en alemán, pero puede ser que sea así. Lo que sí te puedo decir es que Al faro es una novela lírico-dramática  porque en el curso de esto que se llama “El tiempo pasa”, que muere toda la familia —ya en la guerra, ya fuera de la guerra— se gesta el drama de la guerra, se gesta el drama de una familia en donde la mujer aparece como víctima del marido en tanto ella guía el timón del matrimonio, y el marido es un pobre infeliz, es un don nadie. Se gesta el drama de la policía, en este fulano que se llama Mr. Carmichael; se gesta el drama de los hijos; pero, más que nada, yo lo que veo es el drama de la guerra, que está hábilmente minimizado por la Woolf, quien tenía pánico absoluto a la guerra. Yo creo que una forma de las muchas que instaron a que ella se suicidara y a su depresión fue el miedo de la entrada de los alemanes a París, aunque los alemanes estaban realmente intentando invadir toda Europa; pero resulta que la flota alemana no era suficientemente poderosa para llegar hasta Inglaterra; los barcos alemanes se dice que eran bárbaramente fuertes, que nunca se pudieron  alejar de la costa, es decir, desde el punto de vista técnico, no servían para nada. Entonces, contaminada por el miedo de lo que llaman los ingleses el continente, ésta se fue trastocando hasta que, bueno, ya no pudo más y un día se mata. Ahora, yo a esto le llamaría novela lírica en tanto que es poesía, sobre todo la segunda parte “El tiempo pasa”, pero no la llamaría una novela lírica pura como sí llamaría una novela lírica pura a Las olas y a Los peces, donde realmente nada ocurre.

—¿Se vislumbra alguna noción de mal en Segundo sueño?

—A mí me parece que es este espejo alquímico del que hablas [el pintor Lucius Alter]. Cuando esta mujer le dice: si te vas a encontrar con el diablo, el objeto de deseo por parte de él es encontrárselo, desde un punto de vista inconsciente porque si no, de otra manera, no se hubiera ido a Alemania, porque ella misma le dice: “tú no tienes necesidad económica”, es decir, puedes prescindir de un doctorado, no es importante. Él, sin embargo, insiste, y va a encontrarse consigo mismo, este es el punto. Cristianamente hablando —yo no soy cristiano, soy bastante pagano— mientras no haya una redención no cristiana, sino en un amplio sentido; mientras el hombre no esté libre de esas ataduras que yo propongo transgredir, no habrá ninguna redención, y todo se nos convierte en un encuentro con uno mismo no trascendido, no purificado. Si yo me voy a encontrar conmigo mismo, lo mismo puede ser en Alemania que donde sea, y me voy a encontrar con una monstruosidad que es la que yo mismo propuse. Porque lo que le pasa [al protagonista de Segundo sueño] es que se inventa al otro. Él se pudo haber salvado al principio de la novela, cuando se encuentra con el primer alemán [Gunter]; se pudo haber salvado en un viaje que no se cuenta, pero que está implicado, el viaje a Venecia; se pudo haber salvado metiéndose con la mujer aquella [Pia o Liza Loos]; se pudo haber salvado por él mismo, pero se supone que este hombre llevaba una neurosis galopante y que lo que quería era la destrucción, a lo que no llegó por arte de magia de quién sabe qué, porque la novela no lo plantea así, porque bastante es que sea […] el chivo expiatorio, como para que la novela resulte trágica. En un sentido cristiano, que lo maten, o una de esas cosas, ya no tiene caso; el hombre cuando sale de Alemania está completamente muerto. Si alguna revivificación existe es posterior a la novela, y ya no tiene nada que ver con la novela. Si este hombre como personaje de la vida en algo se condena, ya no tiene nada que ver con su segundo sueño, es ya otra cosa. Por eso pienso que mi idea del mal es el encuentro con uno mismo, con ese ser no redimido, con ese ser socialmente encapsulado o capturado por una sociedad que no acepta la homosexualidad, no acepta a los negros, no acepta la diversidad de religiones, y que lo mismo es el siglo xvi que el siglo xx —donde hay un neonazismo— como en la Alemania de los tiempos de Hitler, y como en tantos otros momentos de la historia humana. Entonces, a mí me parece que esa sería, en términos muy concretizados de la propia novela, mi intención de llevar al personaje hasta un extremo. En realidad, no es que llegue al infierno, a mí me parece que, en la novela, en un sentido lírico, es un purgatorio; más que nada es eso, del que se puede salir, que de hecho salió, desde el momento en que se va de Alemania. Ya no me acuerdo cómo termina, porque es una novela que yo escribí hace muchos años, y te puedo asegurar que estoy hablando casi de memoria, si ahorita tú me dices que yo cito tal cosa o que una cita mía dice tal cosa, escasamente la reconocería.

—La lluvia, la nieve y el lodo se perciben como el hilo conductor de la novela y crean imágenes poéticas.

—Ya te digo, porque el idioma es el personaje principal y en este sentido estoy de acuerdo contigo. Desde tu punto de vista, está muy bien pensado el término lírico.

—Cuál sería para usted una divinidad andrógina

—La única que se me ocurre a mí como válida es la de la Cábala. La Cábala es una metafísica heterodoxa que proviene del judaísmo. En el judaísmo, dios es un principio creativo viril. En la Cábala es tanto femenino como masculino, de ahí que la descendencia de un ser andrógino que se llama Adam Kadmon, del que descendemos todos nosotros.

—¿Qué me puede decir de su pintor Lucius Altner?

—Es completamente inventado. Eso te lo puedo asegurar, porque yo he visto mucha pintura en mi vida, y de toda esa cantidad enorme de cosas que he visto, pues me he imaginado a un pintor X o Z, al que sigo minuciosamente sus huellas precisamente porque no existe. Si el cuadro estuviera pintado no sé para qué lo pintaría yo. Sería una redundancia. Si describo tan minuciosamente el Purgatorio o la bajada de María a quién sabe dónde, a los ángeles de tal o cual manera, es porque el cuadro no está pintado.

—¿En los cuadros del pintor Lucius Altner existe algún movimiento de Cábala?

—No me acuerdo, pero yo creo que sí, porque todo el movimiento de la Cábala, por lo menos de la Cábala simbólica, está invadiendo la novela; lo mismo el Tarot. Entonces, si yo sigo muy de cerca a través de la madre el destino, entre comillas, de este hombre a través de los arcanos taróticos, supongo, no me acuerdo, que también debe ser este estar dentro de un sistema cabalístico. Las ciencias esotéricas, todas, están involucradas, mezcladas entre sí. En un solo arcano del Tarot está la psicología, eso que llamamos la psicología actual y que parece como que la hubiera descubierto Freud, pero no es cierto; está lo que se llama alquimia material, que es el choque de los cuerpos con los cuerpos: hay gente que te atrae y hay gente que te repele; es como los olores, eso es una alquimia material. Acostarte con una gente es una alquimia, de otra manera no sucede, es una violación, está contradiciéndose la alquimia material, porque lo que no existe en una violación tampoco es una alquimia espiritual, que es otra de las ciencias que está amparando el esoterismo, y que es la magia, que es el poder de la transformación de la materia en cosas análogas.

 

Por Claudia A. Ramos Aguilar

Written by Claudia A. Ramos Aguilar

Nació el día de Natividad y así estuvo a punto de llamarse. O Florentina, como su abuela paterna. El Ramos viene del padre, un ramillete de ocultamientos; y el Aguilar, aquí presente, de una madre cazadora, comerciante. Adriana es el otro nombre que se omite, sin olor de ciruela, es...
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