Lo absoluto no se manifiesta
sino a través de una serie
indefinida
de apariciones
Simone de Beauvoir
I
Unir los signos:
Surcos de lisura en la arena,
desventajosa siembra de la Nada
La Nada es Todo ―lo sabemos
Pican los pájaros
(―¿De quién quieres que traten estos días sino de ti?,
de tu penumbra o risa)
Y una se queda aquí a escuchar
a mirar el dictado de los otros
(palabras de los otros)
para que ceda el mar:
el encaje del odio
su trenzado
¿Y el amor?
Esa paciencia
Hay pájaros nocturnos:
el mar, su mecimiento.
II
Puedes decir el mar cuando la noche media
Puedes decir el mar cuando la noche media
Ilustrar la caída, la baba de su pez y el aburrido verde en el salitre
o
en el imbécil mecanismo, índice de algas
puedes meterte en esa noche, sabotear su trenzado, distinguir un asiento del otro
medir con cuartas
la precisión de ese descenso
daltónico intercambio: ¿Puedes?
decir la noche cuando el mar se estrella
detenido recordar su remotísimo perfume
Tú,
habrás reconocido uno u otro silencio o el silencio, asiento de la noche
que garantiza el día y su constelación
en cuartas
de luz
de brillo que enceguece los olores del mar,
su aroma de podrido.
III
Porque quizás habría que esperar
Porque quizás habría que esperar
o hurgar en un pasado diferente
(Me ha tomado un tiempo despertar
del sueño de mí misma)
―Y tu mujer, ¿es libre de acostarse con quien quiera?
―Bueno;
Lo de anoche no era una lección de historia
fue un juego, con la sólida intención de la risa
“Reguero de piedras”
Luego vas, desesperado y sordo
―Escuché un mar de piedras que recogían del edificio de enfrente, camiones de cascajo.
En otro mundo, un mar que curaría
con su ritmo tu desespero
Poco quehacer para nosotros. Pieza en desacomodo. Indeciblemente lejos.
Estar a orillas de la culpa
(sobre interpretación de, por ejemplo, un foco:
faro-sol-tren o lo que sea emisor de la luz que se te viene encima
Pero la luz en las ciudades pobres, falla.)
―Y ¿qué hago entonces, si los niños desconocen el ruido de un caballo; no escuchan su xilófono, su treno? ¿Cómo mostrar la antigüedad, el sudor del caballo?
Un nudo que se aprieta
que aprieta una mirada de la que no se sale
Un molino atorado
Una vidriera
Putas que habitan en esta larga noche horizontal
construyen el arraigo
(ese negro dignísimo de mar)
Ana Franco Ortuño (Ciudad de México, 1969)
Su obra más reciente es Lo pequeño (Bueno Aires Poetry, 2020), libro de poemas con prólogo de Jorge Fondebrider. En años previos publicó El libro de las ideas (Ediciones Sin nombre-SCGDF, 2012) y Peligro de extinción (Carmina in mínima re, Barcelona, 2012), entre otros. Coordinó, tradujo parcialmente y prologó Inestabilidad. Poesía contemporánea de Francia y México (EBL. Intersticios-Universidad Veracruzana, 2016); y participa como poeta y traductora en el libro colectivo Enemies / Enemigos. Poesía de la Ciudad de México y Londres (EBL-Conaculta, 2014). De 2007 a 2017 fue Jefa de Redacción y Subdirectora del Periódico de Poesía de la UNAM; coordinó el festival multidisciplinario Poesía en Voz Alta (Casa del lago UNAM), ediciones 2013 a 2017, y programó la edición 2015.