Entrevistas con José Lezama Lima (tercera parte)

¿QUÉ TAL DE RESONANCIAS?

 

La labor de tomar notas continúa bajo la aparente indiferencia de Lezama. Un día hasta grabamos dos cintas con una grabadora que me presta por una semana el poeta Wichy Nogueras, conocido tam­bién con el alias de Cabeza de Zanahoria (dado el rojo pajizo de su cabello y el título de su poemario inicial). En 1970 ocurren dos sucesos que solo debieron ser para bien. Uno, la publicación de la Valoración Múltiple (sobre Lezama) que publica Casa de las Américas: se trata de un reconocimiento en grande de la labor como ensayista, novelista y poeta del amigo gordo, cuyo repentino encumbramiento no varió un ápice su hospitalidad y candor. Dos, tras la publicación de Che Sierra adentro, conseguida en prolon­gadas caminatas por la Sierra y más de un centenar de entrevistas con campesinos y combatientes localizados casi siempre en el es­cenario de los hechos, la incomprensión acumula alrededor nuestro oscuras y cargadas fermentaciones: era la uña afilada de cierta bárbara burocracia de turno (que luego el viento y el tiempo se llevaron). Froilán y yo no pudimos recoger lauros del trabajo y emprendimos una retirada que nos excluía por tiempo indefinido de los medios periodísticos y parcialmente de los literarios.

Debo explicar de qué manera además la Valoración Múltiple sobre Lezama me golpeaba a mí en pleno mentón.  Allí venía con­densado y listo para consumir mucho más del 70 por ciento de lo que acumulaban mis lentas agendas.  La excelente Valoración de Pedro Simón trillaba un camino que yo creía intocado. Mi carga quedaba irremediablemente sin valor.

Visito a Lezama. Lo felicito. Pero sin poder esconder del todo mis aflicciones. Pregunta. Explico la doble angustia. Se produce una pausa, un palpable silencio, quizás el primero durante las muchas horas-plática acumuladas. “¿Y usted qué va a hacer ahora? ¿Se quedó además sin proyecto?» ―pregunta Lezama. Opino que con respecto a nuestra larga entrevista al menos algún remedio se podía intentar, pero que él debía meditar si gastaba más tiempo con un desempleado que ahora de momento no sabía dónde podría publicar sus cosas. «¿En qué consistiría tal remedio?». Bien, digo, en recomenzar de cero. Salir de los caminos conoci­dos e improvisar un juego con otras coordenadas. Le convido a un carnaval aparte. Salimos de sus inmensos terrenos e invadimos territorios más allá de las fronteras. Yo preguntaría de todo, de cualquier cosa. Usted respondería lo que le viniera en gana. Usted tendría la opción de rechazar y yo de insistir. Nos iría­mos a temas quizás menos cultos en el sentido cultural pero igualmente con su cultura. Sacaríamos a flote un Lezama descono­cido, impensado. Deambularíamos por callejas que develen, iluminen, revelen, aclaren, completen. Por desfiladeros que nos obliguen a remover sesos y neuronas. ¿Demasiado ambicioso o demasiado molesto para usted? ¿Sueño de una noche de verano?

Lezama chupa largo del tabaco que hoy mismo, anuncia, le ha regalado Reynaldo González. La disnea esa tarde no le perturba la sonrisa.  Lanza una parrafada dialogal.  No entiendo. Otra varahada suya pasa rozando, pero mi ansiedad y expectación me impiden descifrar. Una impresión sí va tomando cuerpo en el aire, hasta que al fin Lezama le pone barro comprensible en los pies y en la cabeza. Hoy él, José Feliz, desea ser solidario con el Infeliz Félix. ¿De cero dice? Acepta. Trato hecho. Reco­mencemos. «A ver: saque usted agenda de su repertorio. Oh, ¿qué seríamos sin las agendas?». Aclaro, atrapado entre las sorpresas, que ese día no traigo agendas. Mañana, lo juraba, traería una docena de ellas. Distensión. El buen humor y el optimismo reco­bran despacio sus territorios. Lezama solicita: «María Luisa, por favor. ¿Quieres traernos dos copitas chicas del vino tinto que decapitamos ayer (un regalo ―dijo― de Manuel Moreno Fragi­nals)? Queremos ahora celebrar algunas victorias y algunas afor­tunadas desgracias”. Vino (de algún viñedo español situado en la distancia). Y de nuevo a la labor. «¿Qué tal ahora de reso­nancias, joven?”.

 

UNA CADENA DE VICTORIAS

 

Las entrevistas que siguen, son el resumen en fin de un trabajo comenzado a mediados de los 60, recomenzado en 1970 y abruptamen­te cortado en la primera mitad de 1976.  La marea del reconoci­miento a su obra crece fuera y dentro. Su ascenso recuerda una epopeya del béisbol: cuando un equipo sotanero y ajeno al público eslabona sensacionalmente una cadena de victorias que lo condu­cen a la cumbre del triunfo y la popularidad.

A menudo viene a la memoria una frase de Lezama, lector recurrente de Proust y criatura tan ansiosa por los avisos que le llegaban de todas partes para que se apurara, como por los tiempos perdidos y quizás de alguna manera recuperados.

―Yo veré esas entrevistas publicadas. Depende de cuánta velocidad se imprima usted mismo. Pero si no las veo, conozco sobre qué disertan y cómo se iluminan, y esa novedad me acerca un airoso viento de júbilo. Para merecer algunas vigencias veni­deras, hay también que saber ser dignamente el pasado.

 

Por Félix Guerra Pulido
 

Written by Félix Guerra Pulido

Poeta y periodista cubano. Ha recibido la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Periodismo José Martí.

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