EL POETA NO ES FINGIDOR
I
Si finge y hace tropos, cítara o violín en ristre,
y aparenta emociones, es entonces poeta. Y si todo poeta,
con más razón, finge y representa alarmas, lágrimas incurables,
timbres de urgencias, heridas
de acordeón, falaz turbación, entonces empedernida
y trovadoresca humanidad finge desde épocas inmemoriales.
Cocuyo simula luz por razón de sobrevivir,
pájaro opera camuflajes para escapar a vendavales
o apresar por un suspiro la fuga de la proteína.
Fingir, disfrazar, afina con cualidades de imaginar, conjeturar,
sospechar, presumir, confundir. Proviene
de adahora y adamar y echa follajes en almas cavilantes
o sufrientes o energúmenas o violentas o flemáticas. O hábil y
oportuna: agréguese, de paso, una lámpara a la luna.
Poeta como poeta no finge, pienso y aseguro.
Sino como criatura vivida, existida, que intenta sobrevivir.
No es cierto, por tanto y más cuanto.
Afirmo: no es tramoyista. Ni charlatán, payaso o simple
seductor. Acuéstese el bardo junto al verso e improvise
respuestas y preguntas. Nadie se resiste a ser creído.
¿Finjo si afirmo y aseguro, deslumbrado de convicción,
que la imagen penetra al lenguaje y lo fecunda
con la eternidad de la escritura? ¿Finjo si afirmo
que ficción, con el decursar, llega
a ser el único atributo creíble de la realidad?
II
Cielo incrementa anatomías, se dilata
el azul oscuro. Si amanece en penumbras mañana,
gracias a zanahorias bifocales vamos a ver el sol. No es falso
o farsa.
NO. Cierto. Incierto que nadie dialogue su cabeza
para cabezas que no lo creerán. Chorreados árboles
de lágrimas y ríos de magnolias, lo van a comprobar.
Si finge él, poesía necesariamente es falacias,
carromato, tremedal donde al lector le untan lodos y
embadurnan deshonras. Infierno vivo para la agonía
del espíritu. Aquel, como yo, alentó en un vientre y hoy no logra
recordarlo. Poesía es superabundancia. Lo que no se puede.
Y sobre todo lo que se puede, cómo no se va a poder.
¿Cómo chapotea el tobillo en ese territorio
de la especie, donde se juega alma y virtud
de declamar? Finge quien afirma que el poeta
es fingidor, y que en verdad o mentira jamás se logran azular
y planchar todos los caos.
III
No finge: revoca la sibilina verdad
de que finge, citada por epígonos. Poeta
con la palabra siempre interpretó. Mundo es ansí. Fingen
los coterráneos presentes y pasados, incluidos él y yo, y ellos
y otros, desde milenios y cataclismos venideros, sin descontar
tocayos y calaveras
de postvida, quienes a menudo fingen lo que sienten o fingen
que sienten lo que no sienten, o simulan
por falta o exceso de imaginación. Si afirmo que sufrí
una eternidad bajo los puentes, póngase en duda:
no hay puente eterno ni eternidad bajo los puentes.
¿Fingen el barbero o la navaja cuando se ensañan
al rasurar? ¿Navaja es filo artificial, y la mano detrás
del metal aparenta placeres? ¿Es la misma mano afiladora
e igual navaja que se deja afilar? ¿Fingen
a causa de monedas, a causa de alguna parentela o vocación?
Murciélagos, por ej., se distribuyen alturas y distancias para cazar.
Cada individuo tiene su alto y su lejos y ahí engulle los insectos.
¡Y luego dicen que no escriben poemas!
IV
Finge que finge emociones, pero no es poeta,
sino humanidad temerosa, a merced, que acude a resquicios y
rezos. Muerte o fortuna tocan indirectamente a puertas y
agonismos: mano rota, sangre a trasfundir, música fúnebre, guadaña
utilitaria, acreedores que alargan peligros, pliegos y guarismos.
¿Finge ahorcado con la lengua afuera, aguarda
alguna promoción? ¿Subió al árbol para ser follaje o pájaro?
¿Abusa del milagro de colgar y enmudecer?
Si todo poeta finge y si a continuación quien finge
es poeta, repito, la humanidad se compone estrictamente
de poetas. Humanidad poeta y poeta
de universo humanizado. ¡Cuántos buenos bardos
en beatas y beatos, choferes, estadistas, rapsodas, mensajeros,
costureras y putas de mis barrios. Demasiado desnudo
el nudista y en exceso pedigüeño el limosnero.
V
Cada gota transparenta su mueca en el torrente y resulta
inimaginable. Unanimidad improbable, asco hasta en las
excepciones. Disfraz necesita antifaz. Y nuevas mentiras
para no desfallecer. ¿Finjo si declaro solemne, con autoridad
de mi ombligo, que unanimidad la inventaron demonios
para poner en duda la redondez del círculo? En consecuencia,
proclamo falso, ¡y aberrante!, ¡y descarriado y descarado!,
que el poeta sea el fingidor buscado de árbol en árbol y
metódicamente debajo de sus ramas y
que por módica y no metódica suma, solo se encuentra
vivo o muerto. O cantando hipocresías. El poeta,
si es poeta y no fingidor, es voz de multitud, incluso
en el acto indispensable y temerario de fingir. Otra cosa,
VEAN. Y creo que no confundo, que al hablar
el poeta o yo de trastornes y síndromes, se descubre eventual
que las palabras tienen sus propias intenciones. Con relación
a las palabras, por cierto, quisiera tener donde rebuscar y
encontrar más. Con respecto a Ofelia, me gustaría desnudarla
en la carrera, y ver si todo lo que carga detrás solo son sus nalgas.
Llevo mucho de clavo y no temo el martillazo. Créalo o no:
y si no que le devuelvan sus sospechas.
Verdad, tanto como felicidad, son asuntos efímeros
e intermitentes, semáforo social, al margen
de sindicatos, desoyendo cofradías, es decir, o sea,
con la misma dialéctica fugaz y perdurable,
por ejemplo, de flores, o por ejemplo, de la vivaz mariposa,
o quizás de luciérnagas que apagan y encienden trasiegos
peatonales. Verdad perdura tanto como quien se acomoda
a creer en ella. Puedo levantar
un fuego de antorchas que no queme a nadie y, sin embargo,
dejar ciega a la multitud.
VI
El poeta no es un fingidor, repito. Más bien repetidor y
explorador. Buen destello o chispazo. Expositor.
Saca barro de donde no había barro. Palabras
de donde no hay confesiones. Palomas de donde solo
había un sombrero. Descubre verso con la palabra y palabras
con el verso.
Lo que suspira bajo tierra o piel sube al poema
por la emoción. Todo color del espejo con que se mira.
Poeta arqueólogo. Y quita máscara: tanto de palabras
en general del mundanal ruido, como de la fila
del soldado raso. Poeta NO. Verdad tan ciega como
la que desmiente. Fingir sería escribir simulacros
que apacigüen al lector. Veracidad prodigio
sin ardor de la cafetera al fuego, menos multitudinaria
que la mentira. Fingir sería sentir nada y rebosar lágrima.
Declamar y no reclamar ni aclarar. Percibir
al individuo y aplaudir siniestro. Verdad contiene inmediatas
y fulminantes partículas auto corrosivas, reajustes retóricos
o mudas de plumaje. O dobleces accidentales (incluso realidad
e irrealidad son simulacros mutuos). Verdad se refuta
con verdad reciente y expropia al leguleyo patrón de mentiras.
VII
Lo que escribe el poeta es o será verdad radiante o exactitud
de escorbuto. Sinceridad, certeza definitiva y vacilante, dolorosa,
ambigua, iluminada, con equívocos costosos e indudables dudas,
aunque al vacilar,
al coquetear con sombras, ¡ah mortal irreducible!,
finja que siente lo que no siente y sienta lo que no finge.
Poeta tiene su público y ejerce para orejas adiestradas.
Poeta no finge poema ni cuando trafican rimas o se dibujan
Acrobacias en el verso,
menos cuando añora y descubre oraciones de sol intrínsecas
en la franqueza definitiva, descarnada, sangrante,
y en lo que la especie por naturaleza y
el individuo sin palabras, mudo, no logran disimular
o apaciguar. Gemir golpes, compartirlos con el semejante
o semejantes sujetos. Imposible simular heridas abiertas
ni sangre en la heridas ni lágrimas en los ojos del herido.
Cuando la criatura finge, la poesía vuela y escapa
a otros hospitales.
Todo al amparo fugaz y tenaz de las estrellas.