EL POLVO
A nosotros nos daba miedo la casa tan pequeña,
nuestra habitación tan clara,
tan escalera, tan ventanales
contra los árboles y faroles del mundo
mientras el polvo se adhería a los objetos cotidianos.
El polvo, evento indescifrable,
la nada siendo
un hueso quebrado, una semilla,
una palabra excesivamente húmeda
desgranada por el tiempo,
reducida a su forma más elemental
partícula ahora inmutable
que pudo ser un pájaro, una mosca,
una célula muerta de mi propia carne
tan mirando siempre el vals del polvo,
tan enigma cada tarde a través de un hilo
tan rayo de sol por la ventana.
La luz ablandaba la casa,
traslucía el miedo
tan farol, tan árbol que amenazaba
con instalarse en la mesa, tan silencio,
mientras nosotros nos adheríamos a los objetos cotidianos.
CALZADA LEGARIA
Un gato blanco maúlla sobre la loza blanca
de la cocina. Abro la ventana.
Me gusta el patio interior de este edificio
y sus apartamentos apilados en perfecta concordancia.
Cada mañana prepara el desayuno
en bata la mujer del 401.
La miro siempre
como se mira una semilla germinada
sin querer por sobre las grietas del pavimento.
PASIÓN
Tu costado perfora mi lanza,
sangro una luz silenciosa,
espero a que regreses de la noche
pero tú no vuelves.
Quizá sea que no existas
y tu costado terrible
sea sólo el filo de la ausencia.
Itzel Patricia Ortega (Ciudad de México, 1992)
Escribe artículos de investigación que nadie lee. Hispanista por la UAM-I. Ha colaborado en diversos proyectos nacionales e internacionales. Trabaja a ratos para la Academia Mexicana de la Lengua, la UNAM, Harper Collins, entre otros. Le gustan los perros y los poemas.