Game of Thrones es una de las ficciones más exitosas de los últimos años, lo cual seguramente se debe a la confección de personajes notables que se han vuelto auténticos referentes. Puede hablarse con facilidad de diez o quince personajes de gran calado y realmente complejos. Algo interesante es la circulación de estos a través de las distintas temporadas; el crecimiento y decadencia de algunos hace difícil, de vez en vez, definir su peso y, por ende, los núcleos narrativos de la serie.
No obstante, si algo parece claro es que este relato gira en torno a la familia Stark, aunque el título indique que esto se trata de la pugna por el poder en una ficticia región medievalizada conocida como Poniente, lo cual termina por ser un mero marco para contar la historia de esta familia reinante en Winterfell.
Pero vayamos literalmente al inicio. A pesar de su sencillez tiene mucha lógica el opening, pues funciona como una suerte de resumen acerca de los múltiples escenarios en que se desarrolla el relato. El asunto espacial es de gran relevancia, ya que GOT pretende construir un mundo narrativo autónomo de vastos espacios. De tal suerte, se traza una geografía que jerarquiza la importancia de ciertos eventos, la influencia de tal o cual personaje y, a la vez, regula los tiempos del relato. En este sentido, un ejemplo sería el discurrir de una de las tramas secundarias más importantes: el trayecto de Daenerys Targaryen desde el lejano Essos con la intención de volver a casa y combatir por el trono de hierro. Es justo la geografía el factor que permite suponer una dilación del tiempo que seguramente se entretendrá en mostrarnos múltiples aventuras en los exóticos reinos de Essos, como Qarth o Bahía de los Esclavos. Además estas andanzas sirven para dar verosimilitud al crecimiento de la joven Targaryen como, de modo similar, la odisea de otro de los posibles herederos al trono, Jon Snow, muestra su proceso de formación en las agrestes tierras de más allá del Muro.
Un motivo fundamental y siempre sobre la mesa es el derecho de sangre, contrarrestado a veces por otros factores de influencia como el poder bélico o la diplomacia. Son quizás los mencionados Jon y Daenerys —también en cierta medida Gendry— en quienes toma forma de modo más nítido, aunque, en el caso del hijo de Eddard Stark, más allá de los giros que le darán cada vez mayor legitimidad justamente por su sangre, es en realidad su actuar personal lo que otorga derecho a su contienda por el trono —ni pedida ni querida pero demandada por muchos—. De modo curioso, el que Jon Snow sea un hijo ilegitimo no lo hace menos Stark, como tampoco deja de ser éste el relato de la familia Stark, incluso ante los acontecimientos revelados en la última temporada de la mano de Bran Stark.