Buster Keaton, ese genio del cine

1, 2, 3 y 4
En estas cuatro huellas no caben mis zapatos.
Si en estas cuatro huellas no caben mis zapatos,
¿de quién son estas cuatro huellas?
¿De un tiburón,
de un elefante recién nacido o de un pato?
¿De una pulga o de una codorniz?

“Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca”, Rafael Alberti

I

 

En el 2011 se estrenó The Artist de Michel Hazanavicius, cinta muda moderna que nos relata la vida de George Valentin (Jean Dujardin), un actor de Hollywood de los años veinte cuya fama paulatinamente se ve oscurecida por la ascendente popularidad de la joven actriz Peppy Miller (Bérince Bejo) y por la entrada del sonido en el cine. La película del director francés por un lado es un homenaje a las figuras de la época silente; por el otro, un retrató de lo que significó el sonido para la vida de los actores y para el cine de entonces.

Buster Keaton, ese genio del cine

Durante el arribo del sonido a la industria cinematográfica pocos actores no vieron alterada su carrera, mientras que otros tantos surgieron gracias a éste, asimismo es menester decir que bastantes sí padecieron la decadencia por no haber logrado con fortuna la transición a las películas sonoras. Muchas personalidades del cine mudo, hoy cuasi olvidadas pero que en su momento fueron consideradas grandes estrellas ―como los sex symbols Ramón Novarro y John Gilbert, o los comediantes Harry Langdon y Harold Lloyd― irremediablemente sucumbieron ante las nuevas exigencias de la industria.

El sonido devino en una nueva manera de hacer y apreciar el cine, por eso el género que más sufrió una radical metamorfosis fue el de la comedia, e irónicamente fue también ésta la que nos legó una de las personalidades más emblemáticas de la cinematografía mundial: Sir Charles Spencer Chaplin. Hoy la imagen de Charles Chaplin interpretando a Charlot se ha convertido en el referente por antonomasia, o al menos así ha sido en el imaginario colectivo, de aquella época; es como si en la figura del vagabundo de pantalones holgados, chaleco ajustado, sombrero de bombín y bastón se condensara el cine mudo en su totalidad.

Los comediantes fueron los que tuvieron que adecuarse y modernizarse con más ahínco: si antes los gags consistían en un lenguaje corporal (en piruetas o acrobacias), ahora era necesario el manejo de un verdadero lenguaje en el sentido más estricto del término (juegos de palabras, retruécanos, intencionalidades, etc.). Chaplin lo supo, quizás por eso la primera y única vez que Charlot habló ―porque cantar también es hablar― fue con galimatías en Modern Times (1931). El vagabundo, al olvidar el texto de la canción, decide improvisar no sólo la letra, sino también un idioma para expresarla. Nunca más volveremos a oírlo y a verlo en cinta alguna. La fortuna de Chaplin en el cine sonoro residió en que la desaparición de Charlot no significó su muerte como actor, pues la distinción entre creador y creación era obvia, razón por la cual en sus cintas posteriores se acepta que quien actúa ya no es el vagabundo; caso contrario al de sus contemporáneos cuyos personajes se entremezclaron con su persona, haciéndolos a los ojos del espectador prácticamente indisolubles, pensemos en Buster Keaton.

 

II

 

Buster Keaton, ese genio del cineJoseph Frank “Buster” Keaton ―conocido como cara de palo, el hombre que no ríe, y en España como Pamplinas― nació en Kansas en 1895 en una familia de actores de teatro; no fue sino hasta 1917 que debutó en el cine gracias al malogrado Roscoe Arbuckle; si bien el slaptick (porrazos, acrobacias, caídas) era una característica compartida por todos los humoristas de aquellos tiempos, Keaton siempre estuvo un paso adelante. Su lenguaje era la acción al por mayor. Así como no es posible desligar a Charlot de Chaplin, no se puede pensar en Buster sin sus escenas de riesgo, las cuales le causaron todo tipo de fracturas, incluso romperse el cuello. Esto nos habla no sólo del alto nivel de peligrosidad que implicaban sus películas, sino también de sus sobresalientes capacidades atléticas pese a su fisonomía delgada y pequeña, argumento de su película College (1927). Keaton fue el humorista más acrobáticamente audaz de todos los comediantes del cine mudo, y precisamente allí recaía su esencia y particularidad, es decir, su gracia. Su humor era el reflejo de su ingenio para desarrollar las más extremas situaciones absurdas: salir avante de un ciclón, Steamboat Bill Jr. (1928); realizar todos los personajes, The Playhouse (1921); destruir una casa “cubista” con un tren, One Week (1920); y en todos los casos siempre con un semblante sereno, pero, a pesar de esta impasibilidad, Buster Keaton sabía reflejar emociones, ¿cómo?, mediante su mirada, sus ojos decían lo que sus labios guardaban; la tristeza, la alegría, la sorpresa, el miedo, todas las emociones eran claramente percibidas gracias a un diminuto arqueo de labios y su mirada tan expresiva, eso sustituía cualquier ademán exagerado que innecesariamente recalcara su estado sentimental.

La comparación entre Buster y Chaplin ha sido constante no sólo hoy sino siempre, desde los comienzos de ambos. Pero lo cierto es que son seres totalmente distintos. Chaplin es mucho más corazón, un sentimentalismo que linda con lo cursi, ¡cómo olvidar el final de City Lights (1931)!; para el director inglés, pareciera que el hombre debe sacrificarse por la mujer, hacerse a un lado para que alguien con mayor porte llegue, The Circus (1928), es como si no fuera capaz de merecerla; Keaton por el contrario, era mucho más cerebral, empero, aquello no impedía que mostrara un romanticismo sin empalagos, para él, el enamorado también debe sacrificarse pero no al modo chapliniano, el hombre debe sobrepasar las adversidades que frenan las consumación del amor, ya sea la guerra The General (1926), ya sea la familia Neighbors (1920).

Buster Keaton, ese genio del cine

 

III

 

El último film silente de Keaton fue The Cameraman (1928) y a partir de entonces su fama vino en declive, debido al sonido pero también por las abusivas medidas que le impusieron los directivos de Metro-Goldwyn-Mayer, cortando casi por completo su libertad creadora. Las siguientes décadas Buster Keaton artística y personalmente está en decadencia; en lo artístico resulta que su humor ya no tiene cabida en la industria moderna del cine, se le contrata más por su imagen emblemática que por una verdadera necesidad de las producciones, incluso se vuelve un actor de relleno, haciendo breves apariciones en películas de sus compañeros de generación; en lo personal sufre la disolución de su matrimonio y los estragos del alcoholismo que lo conducirán a pasar una temporada en el manicomio. Todo esto lo llevará a otras latitudes para hallar nuevos aires (Francia, Inglaterra y México). En México, filmará El moderno Barba Azul (1948), única película mexicana de Keaton y último largometraje en el que funge como protagonista, será renombrada en Estados Unidos como Boom in Moon, aquí hará mancuerna con Ángel Garasa, el compinche de Cantinflas, con el que también hará un cameo en Around the World in Eighty Days (1956). El choque lingüístico de la cinta es lo que hace que Keaton vuelva a sus raíces, mostrando un humor de antaño y sus habilidades gimnásticas que pese a la edad aún realiza maravillosamente.

Buster Keaton, ese genio del cine

Cuatro años después aparecerán juntos en pantalla dos leyendas del humor: Keaton y Chaplin, el actor inglés homenajeará en la cinta Limelight (1952) ―ya desde el título revela un tono nostálgico― a los actores de teatro, principalmente los del vodevil, de donde surgieron los primeros comediantes de cine. En una escena magnifica, un anciano Chaplin hará pareja con un semi calvo Buster Keaton para realizar un sketch que recordará las viejas usanzas del humor.
En 1964, el actor participará como protagonista en el cortometraje Film cuyo guionista será nada menos que Samuel Beckett, cinta de 20 asombrosos minutos sin diálogo ni música, sólo un inquietante “shhh” del hombre a quien sigue la cámara (una especie de ojo omnipresente). No es raro que fuese Buster Keaton el actor escogido para la cinta de Beckett, pues era el cómico favorito de muchos escritores vanguardistas. El mismo dramaturgo irlandés abogó por que fuera Keaton y no Chaplin el que interpretara la película, ya que veía en él una afinidad con sus personajes; la absurdez de muchas producciones de Buster hallaba su contraparte en las obras de Samuel Beckett. Los dos congeniaron perfectamente mostrando una admiración mutua. La película fue ovacionada en el Festival de Venecia, pero en taquilla fue un fracaso total. Dos años después, el 1 de febrero de 1966, Buster Keaton moriría en California a la edad de 70 años.

 
Por Raúl Reyes

Written by La Mascarada

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