Un novelista llamado Jiraiya escribe un libro titulado La historia de un shinobi absolutamente audaz (ド根性忍伝, Dokonjō Ninden); allí se cuentan las andanzas de Naruto, personaje que intenta romper con el odio, el dolor y el deseo de venganza que pesan sobre su sociedad y que terminan por adquirir el terrible rostro de la guerra, ciclo que tiende a reproducirse de forma aparentemente interminable.
Paralelamente a la mencionada novela, el espacio ficcional del anime Naruto, y de su continuación —Naruto Shippuden—, nos presenta a un personaje que ostenta ese mismo nombre, pero que, en un inicio, parece guardar poca similitud con su contraparte novelada, pues Naruto Uzumaki es el niño más rebelde de su aldea y aparentemente entre los menos dotados en al arte del ninjutsu. Tal rebeldía se asocia al estigma que debe cargar, pues en su interior reside una criatura monstruosa conocida como Kyūbi (o zorro de nueve colas), la cual atacó la aldea años atrás asesinando a muchas personas en el proceso. Para la mayoría de los habitantes de Konohagakure (aldea oculta entre las hojas) no existe diferencia entre el Kyūbi y Naruto, a pesar de que el niño nada tenga que ver con los perjuicios que causó la bestia de nueves colas. Tales circunstancias convierten al protagonista en un niño marginado que, sin padres ni parientes, vive solitario en un descuidado departamento, rechazado por la mayoría de los pobladores, sin vínculos y sin la confianza de nadie.
En ese marco, el niño debe experimentar aquellos sentimientos que lo situarán en una encrucijada: ¿abrazar el rencor que fácilmente engendra la venganza o buscar una vía alternativa que diluya la senda del odio? El protagonista bordea los dos caminos y, aunque posteriormente se vuelva un personaje bastante encuadrado en el modelo del héroe de aventuras moderno —de acciones y sentimientos predecibles, sin temor a nada, valiente y leal hasta los huesos pero psicológicamente poco profundo— cabe recordar los sucesos al inicio de la serie que realmente ponen a prueba su naturaleza, durante los cuales, es conmovido por los sentimientos de su primer maestro (Iruka), quien resulta quizá la primera persona en la aldea que confía en él, que lo reconoce como una entidad distinta al monstruo que asedió Konoha en el pasado, que lo reconoce como una persona digna de afecto. De allí surgirá el ímpetu de Naruto por ser “reconocido” por los otros en un sentido dual: como alguien familiar, merecedor de confianza y como un ninja famoso capaz de liderar la aldea algún día.
De tal forma se inaugura un proceso de formación que conducirá a Naruto Uzumaki a encarnar al héroe de la novela escrita por Jiraiya, pero ¿qué hay en el camino que hizo a este anime uno de los más exitosos de todo tiempo?
Como se ha sugerido, al tratarse de un héroe de aventuras situado en el promedio, Naruto no es un personaje de brillante armado, pero en torno a él gravitan otros con un trasfondo mucho más rico, y que van develando su historia a la par del aprendizaje del protagonista. En tales relatos, y los personajes que los delinean, me parece advertir lo más valioso de este anime.
Uno de los más interesantes a mi parecer es Jiraiya, quien toma su nombre de La leyenda de Jiraiya el galante (Jiraiya Goketsu Monogatari), obra decimonónica del folklore japonés. Además de maestro, adoptará el rol de figura paterna para Uzumaki. El novelista es también un ninja casi legendario, quien lleva una vida bastante mundana, de viajes y errancia, entre vino, mujeres y aguas termales.
En un episodio se da muestra de la poco convencional enseñanza que transmite a Naruto, pues le habla de ciertas normas que un hombre —un ninja en particular— debe observar siempre (evitar la disipación con el juego, las mujeres y la bebida), reglas que, casi en el acto, quebranta olímpicamente. Empero, dichas circunstancias no impiden que durante sus viajes el alumno y el maestro entablen dialécticas más profundas donde reflexionan acerca de los males que gestan el ineludible ciclo de odio que Jiraiya retrata en su novela, al grado de que Naruto influye en Nagato —líder de la enigmática y poderosa asociación criminal Akatsuki— más por medio de la retórica —fruto de tales reflexiones— que por la vía de la confrontación.
El motivo de la novela es de gran relieve, pues no sólo confronta al Naruto novelesco con el “real”, sino que es también un espejo para Jiraiya y en cierta forma barómetro de las conductas de otros personajes. En el caso del mentor del protagonista, además de por el dejo de autoficción que subyace en su manuscrito, se vincula con la obra ya que ésta se torna una suerte de código donde residen sus ideales. El libro refleja lo que el novelista quiso ser, aunque sin éxito; no obstante, la novela recobrará toda su carga simbólica en los últimos momentos de su vida.
El nexo entre lo novelado y lo vivido se manifiesta con fuerza en el personaje de Jiraiya, cuyo proceso creativo me gustaría comentar. Antes de ser el laureado y mítico shinobi que adiestra a Naruto —a la par de famoso escritor—, durante su juventud consigue llegar a un sitio llamado Monte Myōboku, el cual estaba habitado por sapos con conocimiento de asombrosas técnicas del arte ninjutsu; allí, el futuro novelista complementa el entrenamiento que recibe de Hiruzen Sarutobi con el estudio de tales técnicas. Además, un sabio de Myōboku revela a Jiraiya cierta profecía: él tendrá un discípulo, un joven que resultará fundamental para el destino del mundo que conoce. Dicha revelación motiva los constantes viajes de Jiraiya, que sale a la busca de aquel destino; al mismo tiempo ese ritmo de vida aventurero le sirve como materia para sus escritos.
La novela que escribe con Naruto como protagonista responde a la esperanza en la enunciación profética. Asimismo tal escrito, como he dicho, se convierte en una especie de modelo, al punto de resultar definitorio en el enfrentamiento de Nagato y Naruto. Sin embargo, con el pasar del tiempo hay también un cierto desencanto en la perspectiva vital de Jiraiya, hecho que se liga con su trayectoria de creador, pues, aunque capaz de entusiasmar a Minato Namikaze, Nagato y Naruto —todos ellos alumnos suyos—, su primer novela parece pasar sin pena ni gloria entre el público, sobre todo en contraste con los otros trabajos del novelista —una saga de novelas de corte presumiblemente erótico—, los cuales son los que han hecho de Jiraiya un escritor famoso y, al parecer, con bastante dinero. De igual modo, al sentir que la muerte está por llegar, el maestro de Naruto cree que ha fracasado, ya que, además de no poder derrotar a Pain en el momento decisivo, siente haber fallado en los momentos más importantes de su vida: no logró reformar a su mejor amigo ni evitar que abandonara la aldea; tampoco pudo seducir a la mujer que amó —a quien le pide una última oportunidad, por medio de una apuesta, si vuelve de la misión suicida contra el líder de Akatsuki—. Por ello, considera que su historia personal, “La leyenda de Jiraiya el galante” —reflejo de La historia de un shinobi absolutamente audaz y del propio Jiraiya Goketsu Monogatari en cierta medida—, terminará de forma poco halagüeña. Entonces, en un último acto de heroísmo, logra enviar información crucial sobre Pain, lo que permitirá a Naruto salvar Konoha en su momento.
El pasaje al que hice alusión es quizás el punto más dramático y emotivo de la serie, y cuya continuación —el encuentro entre Naruto y Nagato—, en mi opinión, bien pudo haber cerrado Naruto Shippuden. Aunque perdiéramos las espectaculares batallas que discurren en “La reunión de los cinco kages”, creo que hubiera sido mejor evitar el malogrado cierre con “La cuarta guerra mundial shinobi” y, por otra parte, al derrotar a Pain y ser finalmente reconocido y celebrado por toda la aldea, podría considerarse concluido el trayecto de formación de Naruto Uzumaki.
Por Rafael Díaz