Mire, a ver si me agarra la onda. Chicago es más o menos
del vuelo del DF. Si sube al Ajusco, ve luces hasta La Villa,
nomás que ahí hay unos radares gigantes. Todo es muy distinto. […]
Descendí en una calle cualquiera
El taxista se persignó con el billete y arrancó rumbo
a los vientos de Chicago, Distrito Federal.
“Chicago”, Juan Villoro
El nombre fue tomado de la grabación de aquellas viejas casetas telefónicas que te permitían llamar unos minutos hasta que la solícita voz pedía “deposite otro veinte” y resultó, como se lee en la cuarta de forros editada por el FCE, de la inspiración de Diego Herrera después de haber leído Tiempo transcurrido, libro que cubre el periodo de 1968 con el movimiento estudiantil, a 1985, el año del terremoto. Ahora, después de haber inaugurado el viaje donde los antiguos pobladores de estos terruños, en Nayarit, Mientras nos dure el veinte llega a la Ciudad de México y el acto protocolario debía cubrirse de la mejor forma; la conferencia fue bastante más concurrida de lo que esperaban, decía Villoro, contrario al cuento de García Ponce donde a la presentación del escritor sólo acuden diecisiete personas, fue productiva y amena.
Villoro, a su estilo desenfadado y cercano, confesaba que los textos no los tiene aprendidos pues «hay que desconfiar de los escritores que se gustan tanto a sí mismos que se aprenden de memoria sus textos», la intención es otra: leerlos, darles vida para mostrar que esa lectura puede bien compararse con la intensidad de una guitarra eléctrica sin que se estorben sino que se complementen, aunque la idea no es nueva pues grandes artistas del rock como Lou Reed o Larry Anderson ya experimentaron cosas similares en el pasado. Sin embargo este proyecto es parte de un esfuerzo que acaso haya iniciado con la traducción de La poesía del Rock (Material de lectura: UNAM) y de la efervescencia juvenil, o bien de la admiración de Villoro por José Agustín (en particular por De perfil novela tras la cual el también autor de Dios es redondo decidió su vocación de escritor) quien también tuvo un contacto muy cercano con el rock, ya con La nueva música clásica, ya con su labor de editor para la revista The Rolling Stone.
Mientras nos dure el veinte. Espectáculo de rock y literatura se ha presentado en distintas ciudades del país y procura cada vez retratar las particularidades de cada región con voces locales autorizadas: para Guanajuato utilizaron textos de Jorge Ibargüengoitia, en Monterey se rindió homenaje al escritor, actualmente desaparecido, Samuel Noyola mediante su poema “Rolling Stone y San Juan de la Cruz”, en Nayarit se auxiliaron de Amado Nervo, para muchos “el primer hippie de la historia”, bromea Villoro; y la Ciudad de México deberá estar preparada también para una sorpresa similar.
El sábado 6 de mayo será la cita en el emblemático Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, un espacio con mil trescientas butacas listas para disfrutar de dieciocho historias de Tiempo transcurrido musicalizadas a ritmo de rock por Diego Herrera, Alfonso André, Javier Calderón y Federico Fong. Y sobra decir que, por supuesto, valdrá toda la pena trasladarse hasta el inamovible de Donceles 36, colonia Centro, a las 19:00 h. No sólo el talento literario de Villoro ni el gusto de escuchar, con un dejo de nostalgia, a los músicos que más de uno hemos escuchado durante años. Por el puro morbo de ver al escritor traspasando su pánico escénico, confeso; por la curiosidad de una nueva forma de lectura colectiva; por el interés de si esto será una nueva forma de hacer crónica… Por la razón que quiera usted, pero creo que el evento es imperdible.
Por José Manuel Díaz
Fotografía de Tania Victoria