Desde su creación, hace ya cuatro décadas, la Compañía Nacional de Danza ha contribuido con la evolución artística de la cultura del país y se ha distinguido por el gran talento que poseen sus bailarines. A través de su versatilidad y calidad tanto técnica como artística han sabido cumplir con un objetivo: preservar la tradición de los ballets clásicos y al mismo tiempo enriquecerse con obras contemporáneas mexicanas e internacionales.
En esta ocasión nos deleitan con la puesta en escena del conocido ballet romántico Giselle, una historia de traición en el mundo real y de amor sobrenatural que trasciende la muerte. Se trata de una obra plagada de elementos característicos del citado movimiento artístico, entre los que destacan el subjetivismo y la obsesión con la muerte.
El primer acto está lleno de detalles históricos y de tono rústico, asimismo se desarrollan muchos desafíos técnicos y dramáticos para todos el cuerpo del ballet, principalmente para quien interpreta a Giselle, la cual pasa del inicio de su amor hasta su descenso a la locura ocasionada por la traición de su amado, llegando finalmente al gesto de perdón desde el más allá. Este pasaje está lleno de elementos difíciles de conseguir pero que fueron superados satisfactoriamente por la primera bailarina Agustina Galizzi.
Contrario a la primera parte, el segundo acto introduce a la audiencia en un bosque iluminado por la misteriosa luna, inundado por las sutiles willis que son espíritus vengativos de novias jóvenes que murieron antes del día de la boda.
Albrecht, quien traicionó a Giselle, acude a este bosque arrepentido de sus actos pese a las advertencias de que estos espíritus pueden hacerle daño. Es entonces cuando la reina de las willis comienza un ritual lleno de danza para cobrar a este personaje como su primera víctima.
Sin embargo, Giselle se hace visible conmovida por su arrepentimiento e intenta prevenirle para que se marche del bosque, pero ya es tarde y la implacable reina ordena a las willis atraer a Albrecht hasta su presencia donde haciéndole bailar conseguirán quitarle la vida. La fuerza del amor que Giselle siente en su interior será la salvación de Albrecht, dándole su aliento y haciéndole resistir vivo hasta la llegada del alba.
Con el amanecer las willis desaparecen, y con ellas Giselle tiene que despedirse de su amado para seguir con su triste destino envuelta en esa maldición provocada por el engaño y la traición. Con ella el público despierta de lo mágico que le ha dejado la función, cuando el cuerpo completo del ballet agradece a todos los presentes por asistir, por emocionarnos, interactuar y proporcionarles ese aplauso tan cálido del que se alimentan los artistas. Agradecidos también quienes pudimos presenciar esta puesta en escena que fue mucho más exquisita puesto que la música fue interpretada por la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, dirigida por Srba Dinic. Una buena oportunidad para revivir este gran clásico, y de conocerlo para quienes aún no tienen el placer.
Por Nidia Barragán
