Se cumplen 133 años del natalicio de uno de los poetas italianos más importantes del siglo pasado: Umberto Saba. Se trata de un escritor triestino para el que fue una tarea prioritaria la búsqueda de la experiencia a través de la literatura. En este sentido, podemos afirmar que su poesía se enfocó a trazar un trayecto vital. Este poeta dedicó la mayor parte de sus días a una obra: Il Canzoniere. En este poemario reunió cronológicamente todos sus versos y, como lo indicó Giacomo Debenedetti, sin lugar a dudas es un trabajo solamente comparable con La recherche de Marcel Proust.
Para Saba la poesía tenía que encaminarse fundamentalmente al sueño del tiempo recobrado. De hecho, en su única novela, Ernesto, el narrador indica que lo fundamental es “llegar al corazón de las cosas, al centro ardiente de la vida, superando resistencias e inhibiciones, sin perífrasis y giros inútiles de palabras”. Frente a la crisis del lenguaje que sacudía a Europa desde las riveras del Danubio, Saba contrapuso una poética en la que el diálogo con el mundo era el punto de partida. Quizás para gran parte de los escritores del siglo XX estaba roto el vínculo entre las palabras y las cosas, sin embargo, este poeta no adoptó ninguna de las estrategias vanguardistas de su tiempo. Por otro lado, también cabe destacar que lejos de recurrir a la escuela simbolista (como sí lo hicieron tres de los grandes poetas de su tiempo: Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti y Eugenio Montale) Saba se esforzó por retratar con la palabra justa la existencia cotidiana.
Debenedetti nos ofrece una postal de su mejor amigo, que me parece importante citar:
Saba es un librero anticuario de Trieste. Las necesidades de vida laboriosa con las que su carácter, todo menos que profesional que su poesía no logra expresar, las absuelve con ocupaciones que, sirviendo a un goce espiritual y refinado, como es el amor de los libros viejos, le dan a su trabajo el aspecto de un disfrute: de esta forma logra salvar, para la poesía, el valor de misión esencial de su vida, aunque la incluya [en su escritura] -en esa aura de refugio del actuar que le es, en esencia, necesaria.
Esta librería todavía existe, está situada en el corazón mismo de Trieste. Se trata de un pequeño local muy cercano al malecón y me parece que su humilde aspecto es el recordatorio constante de una forma de afrontar la literatura. Para Saba ser poeta era inevitablemente una responsabilidad y un destino: “No existe la casualidad; no existen los accidentes. Existen nexos –y decisiones propias– que nosotros sabemos”.
Por Rodrigo Jardón Herrera