Cambio de planes: Para leer debajo de un sicomoro

La editorial Aquitania en su colección de narrativa “Consagrados”, acaba de publicar en México el conjunto de entrevistas que el periodista y escritor Félix Guerra realizó durante varios años a José Lezama Lima. Su título sigue siendo el de la primera edición cubana (1998): Para leer debajo de un sicomoro, ahora con el impecable formato de Annia Galano; las ilustraciones de portada e interiores de Amilkar Feria Flores, y el meticuloso cuidado del proceso que realizó Gabriela Guerra Rey, directora editorial de Aquitania. El poeta Roberto Manzano es autor de la introducción, que aporta una interesante mirada del encuentro entre el novelista Lezama y el periodista Félix, bajo el común lazo de la poesía. Se trata de un título imprescindible a los conocedores y estudiosos de la obra de Lezama; tanto como para aquellos que se inician en la lectura de esta figura mayor de las letras hispanas.

Félix Guerra falleció en La Habana el 2 de septiembre de 2021. Su vida fructífera y su condición de poeta, narrador y periodista seguirán vigentes en la memoria de las letras cubanas.

 

Cambio de planes

 

¿Y usted que va a hacer ahora? ¿Se quedó además sin proyecto? —pregunta su interlocutor.

El entrevistado se vuelve entrevistador. Su voluminosa figura no le permite cambiar de asiento, pero se acomoda en la poltrona para embestir a quien le ha estado “sacando el jugo” durante años; es el que le ha pedido recuperar sus avatares bajo el mandato de liberar su poética; aquel que ha entendido los latidos de su narrativa con el interés de escucharlos, sin que él lo haya pedido. Es el mismo joven temerario que se lanzara sobre su estética para desgarrar, cual depredador, las entretelas de su palabra que calificó — ¡oh atrevido!— como el producto de una obsesión por destruir el lenguaje y luego crearlo.

Y lo peor es que no fui capaz de contradecirlo. Lejos de ello, tuve que admitir que “La lengua, a pesar de su encarcelamiento dental, es la gran aventura luego de la masticación y la imprescindible y ritual deglución”. Y lo hice para justificar lo que le conté después: “Por las mañanas redescubro o deseo redescubrir el lenguaje…”.   

Ahora él está a mi merced. Aquel muchacho que me había visitado durante más de diez años y sorprendido en cada ocasión por su lectura inteligente de mi obra, por las certezas que tenía sobre ella, entró a mi sala a finales de 1965, cumplidos sus 27 años, y su amable sagacidad se ganó el espacio. Era poeta y lo percibí así desde el primer día, intentaba ocultar el aire introvertido que la mirada y la expresión del gesto revelaban antes que la palabra. Pese a sus precauciones, le vi la fiereza del periodista que no titubea ante lo esencial, sin exhibirse como un valiente, pero dispuesto a entrar al combate entre las palabras con sus armas afiladas. Nada menos que conmigo, que no soy precisamente un sumiso contrincante.

Este diálogo imaginado se propone ilustrar un momento decisivo entre José Lezama Lima y su entrevistador Félix Guerra. Habían sostenido encuentros más o menos regulares que produjeron una larga entrevista, guardaba con celo por el periodista, en la creencia de que poseía la versión exclusiva. La Valoración Múltiple recién editada por Casa de las Américas desmintió su convicción. Félix estaba desolado: “La excelente Valoración de Pedro Simón trillaba un camino que yo creía intocado. Mi carga quedaba irremediablemente sin valor”.

El hecho coincidía con su despido de la revista Cuba internacional, luego de publicar aquel memorable número especial con el compendio testimonial de la trayectoria de Ernesto Guevara en la guerrilla, que se tituló Che, Sierra adentro. En vez de obtener reconocimiento al esfuerzo, sus autores —Félix Guerra y Froilán Escobar— fueron expulsados de los predios del periodismo por más de diez años. El hermetismo de las autoridades sobre las causas de semejante castigo fue absoluto. Nunca se les comunicó la razón por la que habían sido castigados; sólo los acontecimientos sucesivos aportaron la respuesta.

Estábamos en pleno año 1970. Y la palabra “escarmiento” se había puesto de moda.

Después, Félix trató el hecho como ejecutado por “cierta bárbara burocracia” de turno que “luego el viento y el tiempo se llevaron” y prosiguió en la construcción de su obra y en su condición revolucionaria. Sin emitir juicios más allá de la afirmación: “La incomprensión acumula a nuestro alrededor oscuras y cargadas fermentaciones”.

Pero entonces, ese regreso al diálogo con Lezama arrojó un nuevo rumbo. Félix aún tuvo ánimo para intentar remediar la situación de su malogrado acervo; pero antes Lezama debía pensar si valía la pena que dedicara más tiempo a un periodista desempleado, que ni siquiera sabía dónde aceptarían publicar sus escritos en lo adelante.

“¿En qué consistiría tal remedio?”, preguntó el Lezama entrevistador.

Y el entrevistado respondió:

En recomenzar de cero. Salir de los caminos conocidos e improvisar un juego con otras coordenadas. Le convido a un carnaval aparte. Salimos de sus inmensos terrenos e invadimos territorios más allá de las fronteras. Yo preguntaría de todo, de cualquier cosa. Usted respondería lo que le viniera en gana. Usted tendría la opción de rechazar y yo de insistir. Nos iríamos a temas quizás menos cultos en el sentido cultural pero igualmente con su cultura. Sacaríamos a flote un Lezama desconocido, impensado. Deambularíamos por callejas que develen, iluminen, revelen, aclaren, completen. Por desfiladeros que nos obliguen a remover sesos y neuronas.

Este pasaje narrado en la “Introducción” a la edición cubana de 1998, cuando ya Félix Guerra cosechaba algunos de los merecidos lauros por su trayectoria, revela la metodología que le caracterizó como entrevistador. La lectura desde ese enfoque descubre las claves de una eficacia construida desde el conocimiento del entrevistado en todos sus aspectos, hasta la proyección de sí mismo frente al hombre y su obra. Es hacer de la condición humana una herramienta para abrir las puertas del diálogo. Es avanzar desde la superficie o lo superfluo a la profundidad conceptual, lo cual puede significar una proeza en un objetivo como José Lezama Lima. Algo que se demuestra en cualquier azaroso recorrido por sus preguntas:

  • Ha dicho usted que solo le interesa crear el poema. Lo admito porque es el acto primigenio, imprescindible. Pero veo el gozo que le producen cada una de sus páginas impresas. ¿Sin ninguna oportunidad de publicar sería igualmente feliz?
  • Hay un tal José Cemí que dice conocerlo. ¿Lo recuerda usted?
  • ¿La gordura le impide demasiados placeres?
  • Entre ayer y hoy oí cinco veces la palabra estética ¿Qué le sucede con la estética?
  • Entonces, ¿muchos lenguajes escondidos en el lenguaje? ¿Con las mismas palabras podríamos hacer siempre el cocido nuevo?  

Cuando Félix propone que develen, iluminen, revelen, aclaren, completen; crea una versión personal de lo que, años después, en 2003, el periodista polaco Ryszard Kapuściński señaló como Los cinco sentidos de periodista: estar, ver, oír, compartir, pensar.

Y no por esto veo a Félix como teórico del periodismo, pero sí como un profesional con método definido, cuyo ejercicio estuvo por encima del común. En la revista Cuba, su sede en los sesenta, el enfoque de los temas y el lenguaje de sus textos forman parte de la combustión entre información y poesía que produjo la expresión escrita que caracterizó a esa publicación. Tenía el instinto. Y era un gran lector. Poseía la curiosidad imprescindible al reportero y, más aún, aquella que podía encontrar en los textos a su alcance los nutrientes necesarios al pensamiento. Sabía interpretar y, como pedía el concepto editorial, abordar el tema desde un punto de vista original.

El Félix Guerra periodista debería integrar la currícula en la formación de los nuevos profesionales. No es el único, claro, pero debería, digo, por su integridad personal y por su ejercicio.

 

Por Minerva Salado

Written by La Mascarada

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