AVISO
Dice San Juan que viene caminando
por la llanura extensa de los días
con el hábito puesto en la confianza.
Lo dijo con la voz de su silencio
descalzo.
HUELLAS DE LA LUZ
I
Era una celda oscura y pestilente
la luz entraba sólo al mediodía.
Era el hábito en jirones,
los azotes a manos de los calzados
en la llaga de amor viva de San Juan.
Sardina y agua.
Era el rumor de las sandalias
en los pasillos del monasterio;
las llaves del hermano carcelero,
el chirriar de goznes.
Azotes.
Sardina y agua.
A la luz del medio día
los Cantares de Salomón,
los amores de la Sulamita,
son bálsamos de luz
en la noche oscura de San Juan.
Y ni el cerrojo
ni el rostro severo del Superior
ni el hermano carcelero
ni la mano de la soberbia sujetando el cordel
ni el zumbido del aire,
hacen mella
en el amor sereno de San Juan:
cristalina fuente.
Palpitan las aguas en el íntimo recinto,
brotan versos:
pájaros de luz que anidan en la memoria.
El tiempo se diluye entre las sombras.
En un único instante todo fluye.
El tiempo ya no es el tiempo.
II
El ruido del cerrojo.
Sardina y agua.
El golpeteo de las sandalias que se pierde en los pasillos.
El hábito en jirones vuelto cuerda.
La mano firme.
Un andar sigiloso.
La noche dilatada y su rebaño de estrellas.
El muro del monasterio.
Huellas en el aire descalzo,
en las riberas del Tajo,
en las calles desiertas de Toledo.
Extienden las alas la alborada,
cantan los pájaros de luz.
RECORRIDO
Como el vuelo del ave solitaria,
polvareda de estrellas en rincones de la noche;
por laderas del alba
andamios del aire;
por la playa de un mar sin horizontes,
las riberas de un río que palpita;
por los huertos de almendros constelados,
por la senda escondida de las horas,
por la puerta de la palabra abierta
como un murmullo de silencio pasan
las huellas del amor descalzo de San Juan.