Volar

Piernas para que las quiero si tengo escoba para para volar.

 

                                                                                                                                       Una bruja

 

¿Alguien ha soñado que vuela? Yo sí, de un edificio a otro, de una llanura al mar, sintiendo el vuelo como una liberación, el aire en el rostro y ahí abajo. Todo. Volar cuando alguien corre tras de ti o simplemente por el placer, el gran placer de volar.

Aquel día descubrí otra manera de volar; el ungüento que había preparado tenía esa cualidad, la de hacerte volar, tal vez no por los aires, sino a través de las sensaciones más placenteras. Yo sabía que mis ancestras invocaban a los espíritus de la naturaleza, que llamaban las energías del universo para hacer magia, que ocupaban este mismo ungüento hecho a partir de belladona, floripondio, estramonio y beleño, en pequeñas cantidades, tal y como me había enseñado mi maestra, la bruja mayor, que impartía Ungüentos y otras hierbas II.

Sabía de aquel ungüento para prácticas adivinatorias o para propiciarse placer al untarlo en el palo de su escoba y volar sobre él. En su imaginación, las brujas de aquellas épocas pudieron prescindir de los hombres para adquirir placer; tenían su maravillosa escoba.

Tomé el ungüento y probé todos sus usos. El efecto adivinatorio me reveló que aquel idiota, al que yo llamaba mi amor, hacia el amor todas las tardes con una rubiesita llamada Mirela. Nada me asombró, varias personas me lo habían dicho. Pero, necia de mí, no había querido dar oídos ni ojos al asunto.

Ahora sí, el oráculo no se equivocaba, incluso me llegaron varias imágenes a mi teléfono, que, a pesar de ser bastantes pornográficas, yo guardé como prueba fehaciente del engaño.

Junté todas las cosas de Ruperto y las lance por la ventana. Lo disfruté muchísimo. Vi volar por los aires camisas, pantalones, calzoncillos rotos y camisetas.  Luego le hablé y le dije que no quería verlo más y que recogiera sus porquerías, y así lo hizo.  Por último compré una botella de vino y decidí untar el ungüento en el palo de mi escoba mágica con toda la malsana intención de subirme en ella y soñar varias escenas de amor con mi vecino, que era el super atractivo de la cuadra.

No me levanté de la cama en todo el día y a la mañana siguiente amanecí feliz, la más feliz, un orgasmo y otro y otro, y yo volando sobre mi escoba, tantas veces como me dio la gana con un hombre atractivo, que por fortuna no hablaba mientras te hacía el amor.

 
Por Gabriela Ynclán
 

Written by La Mascarada

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