B, la mujer que hace que dos hombres lleguen a ser uno, o la búsqueda de la unidad a través del tiempo

En el principio fueron Yo y Tú los personajes, pero después llega B y, con su erótica presencia, hace que sean Tres en una taza, alucinada novela de Froilán Escobar, que publicaron, en el 2016, Uruk Editores, Costa Rica y Ediciones Bagua, España. Y digo alucinada porque el autor nos introduce por La Habana, pero no por las calles sino por dentro de las casas; y también por la memoria y el desespero de los personajes que, a bordo de un ómnibus (una guagua en cubano) recopilan amores y traiciones, encuentros y adioses. Es un viaje interno en el cual nos reencontramos con nosotros y con nuestros deseos.

Mediante imágenes que solo un pintor sabría trazar, colorea las ansias y excesos de un momento y un lugar que no dejó a ninguno de sus habitantes indiferentes, así como al lector que se atreva a navegar en la mirada de esta mujer llamada B.

Quizá la elección del nombre sea antojadiza o no, lo que es cierto es que B representa la voluptuosidad con sus curvas. En Tres en una taza, B tiene el poder de manipular el destino, de “girar” la rueda para doblegar mágicamente, como la Moira, los hilos de la vida. La vida de Tú y la de Yo, dos personajes que, al final, gracias a ella, son uno. Porque es el elemento que amalgama las dos caras de la moneda, no sin antes haberlas separado porque fue por B que Tú y Yo se opusieron. Es la voz de las sirenas que llama seductoramente a Yo para que se reconcilie con Tú, pero esa voz no es precursora de tragedia, destrucción y muerte, sino de gozoso placer, reencuentro, renovación y vida. Ella es La Mujer: aquella que reúne la ternura y la protección que brindaría una madre, pero a la vez  es la seducción que puede incendiarlo todo. Ángel y demonio a la vez. Es la coincidencia de opuestos y solo ella puede eliminar la escisión del personaje central y devolverle su esencia.

No es coincidencia que sea un personaje femenino quien ostente la difícil labor de curar las heridas emocionales del personaje central, ella reúne las características de la diosa dadora de vida, que alimenta y da protección, pero que a la vez puede ser cruel y castigar a aquellos que no la obedecen ni le rinden culto. A lo largo de la historia la mujer ha tenido dos papeles: la de la madre abnegada que vela por los intereses del hombre y la de la mujer egoísta y astuta que antepone sus necesidades a las del varón, aquella que se sitúa a su lado en igualdad de condiciones. B sabe la importancia que tiene en la vida de Tú y de Yo, lo que fue en el pasado de ambos y lo que puede llegar a ser en el futuro. Un futuro que solo ella puede reparar.

La novela tiene a B como eje central que guía al personaje a lo largo de su viaje: el Yo que sube a la guagua al inicio no es el mismo que al final se encuentra con el funeral de José Lezama Lima, el gran poeta cubano, personaje que, como contrapunto mágico, también  recorre la novela .

Yo ha crecido con las experiencias, ha aprendido de sus caídas y ha sabido escuchar a los sabios. Tú, este hombre que logra reconciliarse con su pasado es el héroe que se ha enfrenado a los monstruos de su interior: sus inseguridades y temores, a la pérdida de B, a sus malas decisiones, a la ruptura de sus sueños, al anhelo de un futuro mejor que no llega. Una vez completado el viaje de la mano de B ha salido victorioso, unificado, y se dirige hacia el mañana, a la esperanza.

En la novela, existe una necesidad de aferrarse a algo, a las cosas, esas que se escapan y huyen en busca de un futuro mejor que el presente, de sujetarse a una mano que rasga el corazón expuesto de Yo; a las personas o mejor dicho al recuerdo que atesoramos de las personas perdidas, de aquellas que anhelamos conocer, las que aún no llegan, pero deseamos con ansias. Yo vive del recuerdo de B, por eso no la tiene realmente. Se aferra a la pasión que B despertaba en él al contemplarla desnuda caminando, a la paz de perderse en su mirada, a nombrarla para crearla y de esa manera no estar tan solo. Cuando Yo sube a la guagua todos se bajan, lo abandonan, así como el mundo que lo rodea. Excepto B, ella permanece, a pesar de que se difumine su imagen en la memoria de Yo. Ella es su mundo, ese que por fuera se le desmorona, cae a pedazos y se pierde.

Entre Tú y Yo hay una guerra sin cuartel por la posesión de B y es aquí donde inevitablemente es cosificada, invisibilizada a pesar del afecto que sienten hacia ella. Yo está tan centrado en sus cosas que no la ve, no percibe el lenguaje de su mirada, no descubre el mundo oculto en sus grandes ojos como pájaros, esos ojos que vuelan libres como ella. Y Tú se siente tan seguro de tenerla. Lo que no sabe es que nadie puede poseer a B si ella no lo quiere, es ella quien se entrega; ella sujeta a ambos, sin ella no podrán llegar a ser uno, seguirán siendo tres en una taza.

Tú y Yo son seres opuestos: Yo es inseguro, incapaz de enfrentarse de forma valiente y atrevida al mundo, pero a la vez es sensible y apasionado, en ocasiones detallista. Tú representa la fuerza, la determinación, el principio activo que hace girar al mundo, es posesivo con B y todo lo que lo rodea, quiere imponer su manera de pensar, desea que le obedezcan. Ambos reúnen las cualidades y defectos de todo ser humano, ambos se encuentran en cada uno de nosotros, más o menos presentes, doblegados por momentos uno al otro.

Por otro lado, B es ese ente capaz de unificar, que despierta diferentes emociones y deseos en quienes la rodean, representa el apego del ser humano por la vida y las cosas materiales que lo circundan. Pero ella va más allá de lo material, de lo carnal: es el conocimiento interno que se logra a través de la meditación. Gracias a esa introspección somos capaces de descubrir aspectos desconocidos de nuestra personalidad, de equilibrar nuestras manías, de iluminar nuestro entendimiento con la auto comprensión y la de los otros.

Por eso Tú y Yo desean poseerla para alcanzar la plenitud y por esa necesidad casi enfermiza de no perderla se pierden a sí mismos y por ende abandonan sus convicciones, caen presas del sistema que obliga a obedecer de forma ciega e inconsciente. Ese sistema que prometía vida ha dado solo destrucción. Sin embargo, hay sobrevivientes. Esos que representan la continua renovación de la vida, la esperanza que permanece, eso es la fiesta que sigue al funeral de Lezama.

La novela tiene la capacidad de hablar de múltiples maneras a sus lectores, es inevitable escuchar el susurro que te hace identificar formas, lugares, miradas, olores, momentos tan personales. Es la intimidad lograda a través del tiempo y la escucha paciente de un hombre que seduce con palabras, que describe formas y colores amalgamados con sensaciones universales, ansias y deseos de Yo, de Tú, de Nosotros, de Todos.

 

Por Judith Madrigal

 

Written by La Mascarada

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