Esbozos psicoerróneos para olvidar después: Plácida, Sebastiana y Clara

Olvídame despuésAsir los elementos constituyentes de “lo femenino” será, siempre, pretender una sinécdoque fallida pues no es posible comparar la parte con el todo, no obstante, podemos aportar ejemplos que den algo de luz sobre esta cuestión. Particularmente para la literatura encontramos hartos lugares de dónde abrevar, como éste al que hoy me refiero. El volumen se titula Olvídame después, publicado en 2007 por la Secretaría de Cultura del Estado de Oaxaca, el cual reúne una serie de relatos con el sabor de la costa del pacífico los cuales nos permiten vislumbrar múltiples escenas de aquella región.

Tomás Serrano presenta, en la mayoría de las historias, personajes femeninos que quizá manifiestan su deseo de reconstruir paradigmas a través de recuerdos o experiencias pasadas. En lo que compete a este texto, me detendré en tres de ellas para tratar de establecer sus personalidades: Tía Plácida, Sebastiana y Clara Cisneros.

Tía Plácida aparece en el relato inicial “Las palabras no desniñan”; mujer viuda que lleva los años a cuestas y “desplantes y ocurrencias […] irreverentes y obscenas” siempre listas, las cuales disfruta dejar salir a la menor provocación, lo que denota un caso de personalidad histriónica, pues gusta de ser el centro de atención, como en la fiesta de XV años donde la anfitriona le pide que se amarre la trompa por las señoritas a lo que Tía Plácida sólo apuntó: “¡No seas pendeja mujer! ¡No las cuides de mi trompa, cuídalas de las braguetas! ¡Las palabras no desniñan!”. También detectamos rasgos de personalidad límite, como el cambió de humor cuando la increpación de la susodicha anfitriona y su inmediata salida de la fiesta. Incluso tiene algo de narcicismo, pues gusta que los niños la sigan para escuchar sus versos; aunado a que impuso a sus familiares no hacer luto a su muerte sino fiesta y disparar las pistolas porque ella se moriría, decía, “cuando se me dé la gana”. Es posible que estos comportamientos se dieran a partir de su viudez ya que advirtió esta nueva etapa como una liberación indetenible…

Sebastiana da nombre a un relato posterior: muchacha joven, mixteca, madre, que aparece de madrugada para llenar un cántaro de agua. Golpeada y adolorida quien, conforme el texto pasa, toma la decisión de tirarse por la cascada pero se convence de que valdrá más escapar a cualquier otra parte. Sebastiana evidencia un trastorno de dependencia arraigado, quizá desde la infancia, pues se mantiene con su marido a pesar de las agresiones y sus infidelidades con Lucina. A más de ello se observan características típicas de un obsesivo-compulsivo pues no atina a denunciar los maltratos con nadie debido a su profunda inseguridad y, por ende, concentra sentimientos de frustración y rabia que se descargan con su hijo Chimino. Este cúmulo de alteraciones la lleva casi al suicidio, resultado de su egoísmo y cobardía; incluso su escape se da más por el propio miedo que por sus hijos…

La última es Clara Cisneros, mujer acapulqueña que atiende el restaurante “La flor de Acapulco” y confunde al narrador, Alonso, con su hermano Mariano a quien trata de seducir al calor de los tragos que le ofrece, todo hasta que la confusión se destraba y Alonso se aventura, ya entrado en copas, a continuar el malentendido: ella manda pedir la policía para echarlo del lugar. Lo anterior nos deja ver una evidente personalidad dependiente e insegura, que se muestra en la espera de una persona a pesar de los años; igualmente se puede ver que Cisneros tiene una fuerte distorsión de la realidad causada, tal vez, por la depresión tan profunda que la acecha lo cual se muestra en la confusión del narrador con aquel a quien aguarda, pues su subconsciente proyecta al objeto del deseo en aquello que más similar le es. Eso la lleva, después, a una agresividad irracional provocada por su enfrentamiento con esa realidad que tanto había negado y que la volvió a privar de su utopía personal y sexual con Mariano…

Podemos asegurar, apuntadas las características de estos personajes, que el autor denota tres paradigmas femeninos recurrentes en la región donde sitúa sus relatos: la joven sumisa, iletrada, que es sometida y no quiere salir de su martirio por la dependencia que sobre ella ejerce el marido; la mujer madura y soltera que se pasó sus mejores años en espera de un amor primero que nunca llegó y por lo cual vive en depresión, al tiempo que distorsiona la realidad para alimentar su ilusión; y la anciana que enviudó y recuperó esa libertad que el matrimonio le cercenara y, al sentirse libre, se torna histriónica y busca la admiración de todos a su paso mediante la transgresión de las normas sociales en su comunidad.

También podríamos asegurar, claro, que esbozar perfiles psicológicos de cualquier personaje sería redundar en el encasillamiento de prototipos con motivaciones intrínsecas y dejaríamos fuera el contexto y su realidad social, además, claro, del hecho de que las construcciones ficcionales habrán de tener anclaje en estructuras de la realidad para tener verosimilitud, lo cual hace ociosa e inútil la intención de estudiar primero, al autor por sus personajes, luego a los personajes por ellos mismos, pues la única culpa que éstos tienen es que los lectores, a veces, tomen la ficción y la fuercen a tornarse realidad para su conveniencia y perversión.

El libro puede consultarse en:

http://es.calameo.com/read/0013822519375ceb9347b
 
Por José Manuel Díaz Alvarado
 
Tomas Serrano Coronado h

Written by José Manuel Díaz Alvarado

Hispanista hasta las cachas, ergo editor y corrector: intratable. Comer, dormir, leer, escribir… En ese orden. Escribo por nece(si)dad; uno no puede callar o abstraerse del debate si ha de mantenerse cuerdo. No creo en la pedagogía, en las plazas comerciales, ni en la ley de la atracción.

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